"Me fui de casa con la certeza de que alguien respondería a mi pregunta, pero he recorrido tanto camino que ya no creo en la respuesta."
Necesito recuperar un poco el aire, hago un gesto frunciendo el ceño con algún dolor, desconfió de casi todos los que viajan en este barco y voy contando los segundos que pasan a pesar de mi voluntad. Nadie está manejando el timón del barco que está amarrado con una soga apuntado en un curso fijo. No tengo noción de cuánto tiempo hace que estoy viajando y aun así, delante de mis narices, se reúnen todos en obediencia al capitán Wil. El capitán es un tipo muy frió, sabe que estamos perdidos sin dirección y aún guarda las esperanzas de encontrar tierra, ¡Que iluso! El barco continúa su marcha, me pregunto quién será el próximo en saltar al agua. El capitán nos ha dicho que debemos permanecer en el barco y aprender a sobrevivir. Ya hay gente que se ha vuelto loca, y se la puede ver caminando de un lado a otro, mascullando palabras entre dientes. Mientras tanto el Sol da calor al cuerpo, y en un extremo del barco dos niños se pelean por una golosina, no saben del peligro en el que se encuentran, hablaré con ellos más tarde. Temprano a la mañana el capitán me encontró fumando un habano en la torre del barco, pero no se alteró, solo me preguntó en donde lo había conseguido, y le dije que un amigo me lo había regalado antes de partir. Cuando se fue, levanté pesadamente mi cara hacia el horizonte y sentí un fuerte viento en la cara, fumar me deja pensar en muchas cosas y en esta situación cualquier otra cosa es buena.
No puedo evitar meditar en el tiempo que hace que el barco se arrastra por estos rincones del mundo, más allá, a través de estas visiones, imagino vivir muchos años. Sin embargo me descompongo poco a poco sobre este bloc, mientras mi voz se va poniendo cada vez más severa. Los tripulantes ahora me respetan más que antes, o por lo menos no me van con preguntas raras ni acusaciones injustas sobre el tiempo que paso solo. La tripulación toma mate y juega a los dados para distraerse un poco. Se supone en el ambiente cierta tranquilidad. Si algo bueno tiene todo esto es que se puede pensar con sosiego, todos aquí sabemos que es de mal traer husmear en los pensamientos ajenos, así que puedo escribir lo que se me plazca sin que nadie se interponga jamás.
En el almuerzo cómo galletitas de agua. Por una extraña razón la bodega está llena de paquetes de criollitas y yerba mate marca mañanita, así que preparo un poco de mate para acompañarlas, y mientras se calienta la pava, me quedo cerca de la hornalla. Tengo un resfriado espantoso y el clima no ayuda, pero eso no es todo, tengo una contractura en la mandíbula que cuando muerdo siento como si me fuera a explotar el tímpano, mi madre me decía cuando era niño, que yo era muy nervioso y apretaba los dientes entre sueños, me pregunto que estará haciendo ella ahora. Afuera un hombre seca la cubierta de la lluvia que calló anoche, verdaderamente el clima por estos días esta malísimo, hace mucho frió y es conveniente abrigarse bien, pues no hay medicamentos. Un hombre barre la cubierta del barco y silba algunas notas para alegrar el corazón, yo lo escucho, el me saluda, yo lo saludo y después me voy adentro. Es mejor así, prefiero ir de aquí para allí sin que pregunten por mí. Ellos creen que no persigo otra cosa que mi sombra, y yo mientras tanto voy aprendiendo a sobrevivir en este viaje sin rumbo.
Me siento encerrado, si, así me siento. También me siento defraudado y dolorido, estas horas han sido las más amargas desde que comenzó el mes de septiembre. Ando de un lado al otro y no puedo concebir mi vida arriba de esta embarcación, no puedo sentarme a pensar ni un segundo sin que se me atraviese la idea de la muerte, lo único que me ha dado una razón para continuar, es este libro, y ha sido más que eso, me ha ayudado a poner mis pensamientos en algún sitio. Pero aun así soy consciente de que estoy atrapado con gente extraña, a la cual cuestiono y maltrato, figúrense si no, ¿cómo puede pensarse bien de estos cobardes que saltan al mar sin haber intentado sobrevivir? Me siento ofendido por ellos, me siento insultado en mi propia cara, pero no me importa prefiero sufrirlo, inventare mi propia justicia me quemaré sobre ella y así me mantendré vivo. Ellos han querido hacerme cómplice de su delito ofreciéndome un afecto incondicional, pero yo les he dejado en claro que mi destino no estaría en saltar del barco, yo tengo una idea más elevada que esa, yo tengo un poderoso aliado en mis entrañas que le da calor a mi corazón. La esperanza. No me rendiré, no puedo rendirme tan pronto, he sufrido repetidas veces el azote del tiempo sobre mí, y eso me ha dejado marcas que me han enseñado a cuidarme solo. Lo sé, es una pelea dispareja, más que una pelea parece una reprimenda, o un castigo, una condena por un crimen que no cometí, un adolecer continuo, una quemadura, un volver atrás, una última razón que me obliga nuevamente a escribir mi desengaño, una rosa que desea florecer en el medio del desierto. Mi destino es el símbolo de la traición, no hay culpables ni enemigos, pero mi derecho natural es estar enfurecido con el mundo, puedo maltratar mi cuerpo hasta comenzar a sentir una nueva piedad por mí.
Han comenzado los festejos de los marineros y tengo mucho miedo, me he alejado lo más posible para que no me molesten, no es que no me gusten los festejos, y más aún en una situación como la mía me gustaría beber unas copas de vino, el problema es que ellos no festejan con vino, el problema es que ellos festejan con veneno, no sé bien de que se trate pero estoy seguro que muchos saltarán al mar después de esto, lo sé porque yo ya lo he hecho, y es un recuerdo que me tiene a mal traer, nunca podré curarme de mi pasado. Pero en fin, tal vez vuelva a envenenarme con esa porquería por última vez. De algún modo voy conociendo a mi enemigo, puedo sentir su miedo dentro de mí. Las imágenes son muy fuertes, y las ideas demasiado siniestras, me gustaría comprender más allá de lo que mi corazón me dicta, así estaría seguro de las decisiones que debo tomar. Si yo fuera como ellos, entonces no podría controlar mi deseo. Sin embargo tengo un plan, es muy simple, consiste en consumir el veneno y registrar en mis notas, el efecto que me produce, así entenderé de una buena vez, lo que les motiva a saltar por la borda. Es una locura, lo sé, pero si todo sale bien quizás pueda salvar a muchos de ellos. He apartado un trozo del veneno para mí, estoy listo para probarlo, tengo mi diario al lado y si algo llegara a salir mal, tomaré nota de todo, para que alguien pueda leer mis impresiones y prevenirse de tomar el veneno.
Se está haciendo de noche, el barco sigue su curso hacia la nada, y yo muy pronto perder el control. Aquí voy.
Ya he probado el veneno, me siento mareado y confundido, un hombre se me acerca, mira mi cara pálida y me dice “no te preocupes todo terminará”, inmediatamente lo reconozco, es el mismo que por la mañana pasaba el trapo en la cubierta. ¿Quién eres? Le pregunte – Mi nombre es Marcos Hanói y tú debes ser....- Me llamo Cesar Di Mitillo – dije – ¿Qué te sucede Cesar, porque tienes esa cara? – No lo sé, creo que he probado el veneno, lo hice para tratar de entender por qué las personas saltan por la borda, después de haberlo probado. Ahora tengo miedo de no estar haciendo lo correcto, pero ya sabes lo que dicen, un hombre no es verdaderamente responsable hasta no haberse envenenado – Si, lo sé amigo, se dicen muchas cosas para justificar su consumo, pero solamente míralos, ni siquiera saben con lo que se están metiendo – Si pero eso no me dice nada Marcos. Mira, desde pequeño me comprometí a descubrir la verdad, me dije que lo haría aunque tuviera que atravesar obstáculos cada vez más arduos y pecaminosos, así llegaría al fin a mi meta, tal vez cansado y maltratado, pero también feliz y satisfecho. Esto es demasiado Marcos, tú no sabes lo que siento yo cuando los veo saltar al océano totalmente drogados, siempre pienso que en otra vida hubiera podido ayudarlos. Tal vez si hubiera sido un poco mejor, hubiera encontrado una cura a sus penas – No existe cura para un espíritu que ya no cree en la vida, créeme Cesar, yo intenté ayudarlos muchas veces, pero para esta gente ya no existe nada que pueda calmar sus penas como lo hace ese veneno – Entonces dime Marcos, ¿Por qué saltan al mar? - Eso es muy fácil amigo, el veneno transforma todo lo feo y doloroso, en algo bueno y agradable, hasta que un buen día cualquier pena o angustia son motivo suficiente para volver a envenenarse, y después de un tiempo, ya no recuerdan quienes son, solo saben que necesitan envenenarse. En otras palabras, para ellos no hay futuro luminoso, solo viven el día a día. Guardémosle en nuestro mejor recuerdo, porque nosotros también caminamos al borde del abismo aunque no lo queramos reconocer. Que la memoria sea el motivo que nos impulse hasta la otra orilla – Marco dime una cosa ¿no crees que ellos se enojarán con nosotros por no hacerlo? - Si Cesar claro que se enojarán pero por lo menos tú conciencia estará tranquila. Sin embargo, se supone que después de haber probado el veneno, no tienes que preocuparte por eso. - Sí, es cierto, me he envenenado, pero me tiene sin cuidado, pensaba que el veneno era el culpable de que la gente saltase por la borda, pero aunque me siento mareado, ahora estoy convencido de que esto no es motivo suficiente para el suicidio, no volveré a hacerlo, el veneno es para los tontos.
Las próximas horas me quede sentado con Marcos bebiendo vino y mirando el mar, hasta que a la mañana siguiente se acabaron los festejos, y también los efectos del veneno. Luego me despedí de Marcos y me fui a dormir, por lo menos alguien había sido testigo de que yo había tenido el valor de envenenarme por una causa justa. Sin embargo todo era una tontería, el veneno no era suficiente justificativo para explicar por qué la tripulación saltaba al mar. Yo diría que la única explicación era la tristeza y la depresión.
Hacían ya algunos días que Marcos y yo, nos debatíamos sobre como sostener nuestras vidas arriba del barco, pues era para todos evidente que estaríamos viajando por lo menos 10 años más. ¿Sabes Marcos?, no es fácil para mi escribir en un sitio donde no existen los árboles ni las casas ni los perros ni nada bonito para ver, en cierta forma siempre son palabras invisibles las que escribo, ¿me entiendes?– Relájate Cesar no tomes tu trabajo como algo rígido y repetitivo, deberías pensar un poco más en unirte a los conflictos diarios de la tripulación, eso sería bueno – Ah!, no lo sé Marcos, míralos, hoy están contentos y al día siguiente saltan por la borda, son personajes suicidas y tú lo sabes – Está bien, pero allí está tu problema, siempre estás viendo el lado malo de las cosas. Has escuchado alguna vez ese antiguo proverbio chino que dice, no sirve de nada juntar las piezas del rompecabezas si no estás dispuesto a ensamblarlas. Bueno, a estas personas les pasa lo mismo, comienzan algo y lo abandonan demasiado pronto – Eso está muy bien Marcos, pero yo siempre estoy juntando piezas y créeme que a veces me parece sentir que esto no tiene fin – Perdona lo que voy a decirte pero ahora tu pareces un depresivo – Imaginé que dirías eso - ¿Y sobre que trata lo que escribes si se puede preguntar? – Sí que puedes preguntarme, escribo sobre un personaje que se pone como Dios y dueño de la verdad, y que pretende aferrarse lo más posible a todo, pero a su paso hay miseria y perdición, sus propios miedos le quitan fuerza, y busca la explicación de por qué se siente así, pero él no sabe que vive hundido en la contradicción, y al final retorna siempre al mismo lugar en busca de la verdad – ¡Guau! Me interesaría mucho leerlo – No sabía que te gustara leer – Estas bromeando, me encanta leer y más después de haber hablado con el tipo que lo escribió – Está bien, pero aún no está terminado, y no me gusta mostrar un trabajo por la mitad – No hay problema amigo esperaremos a que lo termines.
Después de pasar la mañana con Marcos, me fui a mi camarote a trabajar un poco sobre el libro, tenía algunas ideas que quería contar.
Todos los días a las seis de la mañana salía a juntar los piques de las cañas y las redes. El capitán le había asignado a cada uno de los tripulantes una tarea, la mía era conseguir la comida. Me gustaba mucho este trabajo, me dejaba tiempo para pensar y contemplar la tranquilidad del océano, observar las nubes desplazándose lentamente y haciendo figuras de animales en el cielo, me emocionaba mucho ver como los demás, pasaban ciegos frente a todas esas cosas que yo veía. Simplemente sospechaba que el veneno no les estimulaba su imaginación como había escuchado yo por ahí. En ese momento el capitán salía de su camarote se desperezaba y después gritaba. - ¡Hoy encontraremos tierra! - Claro que ya nadie le prestaba atención.
Fue aquel día que entre al taller de sastrería. Había algunos tripulantes probándose los nuevos atuendos que se les habían confeccionado, y mientras tanto yo caminaba de un lado a otro, y me quedaba mirando en la pared algunos dibujos y fotografías que estaban enchinchadas. Un viejo al que llamaban Rojo, planchaba medias al otro lado de una alfombra azul, eso le daba al lugar un carácter especial. Camine hasta Rojo y le mostré la rajadura de mi abrigo. ¿Puedes hacer algo?, le pregunte – Aquí todo el mundo viene a que le arreglen la ropa y nadie sabe lo difícil que es trabajar sin telas. Está bien muchacho déjalo por ahí, veremos si puedo dejártelo listo para esta noche – Gracias. Dígame una cosa Rojo, ¿esos dibujos que tiene usted en la pared son suyos? – ¿Estas bromeando?, yo no podría dibujar ni una línea recta, esos dibujos eran de mi mujer, ella vivía para el arte. – Son muy buenos. Sabe, cuando vivía en la ciudad me gustaba mucho dibujar barcos, pero ahora ya no me atrae tanto la idea. – ¡¡¡Ja ja ja!!! Ella era muda, sabe usted. Solo habían dos formas de comunicarse con ella, hacerle un dibujito, o hacerle el amor – Ya veo. - En ese momento entra el Capitán Wil – Rojo ¿dígame ha terminado de confeccionar la camisa verde? – Si señor aquí la tiene puede probársela – A ver, déjeme ver…. ¡Perfecta Rojo, ha hecho usted un gran trabajo! – Gracias señor – Cesar Di Mitillo, ¿No debería estar usted recogiendo los piques para esta noche? – Si señor, he venido para pedirle a Rojo si me puede arreglar el abrigo, ya habrá visto usted que con este frío, uno se puede pescar la peste en cualquier momento. – Si lo he visto, pero no descuide su trabajo, imagínese si todos descuidáramos nuestras obligaciones, ¿dónde iría a parar este barco? – Entiendo señor. – Bien, vaya a continuar con su trabajo. – ¡Si señor! – Quiero ver esos piques para esta noche. – ¡Si señor! - El Capitán me dio la orden y yo tuve que salir a juntar los piques con la helada del atardecer.
A la mañana siguiente nos despertó a todos un grito que repetía con vehemencia aquellas palabras que tanto temíamos escuchar. - ¡Tormenta, Tormenta! - Cuando salimos de nuestros camarotes, observamos exaltados como varios remolinos se extendían a lo largo y ancho del mar. No podíamos asegurar las velas ni fijar curso alguno, estábamos a merced de la tormenta, y nuestro destino estaba en sus manos. Antes de salir de mi camarote, agarré mi libro de apuntes, y lo envolví en una bolsa, luego lo guardé dentro del viejo ataúd que había encontrado aquella vez en el mar. Este ataúd llegó hasta mí, hace unos cinco años, cuando estaba recogiendo la pesca del día. Llegó una tarde de improviso, cuando al levantar las redes, nos encontramos con este cajón extraño con forma de ataúd. Llamé al capitán para mostrarle lo que había hallado, y pronto todos quisieron saber que tenía dentro, lamentablemente cuando lo abrimos estaba vació, pero el capitán lo reconoció y nos contó que ese ataúd tenía un poder mágico que solo las sirenas y los tritones podían utilizar, nos dijo que unos piratas llamados "Los escuerzos", lo habían robado a las sirenas, sin saber que la leyenda decía que todos aquellos que robaran los tesoros de los tritones, serian tragados por el mar, tarde o temprano. Así que un oscuro día, el mar vino a cobrar su venganza y se tragó a los tripulantes con barco y todo. No sabía si esa historia que contaba el capitán fuera cierta o no, pero en ese momento me preguntaba si las sirenas y los tritones habían venido por el ataúd.
El capitán me ordenó que recogiera las velas, así que luché contra el agua que golpeaba como un puño, arrojándome 20 metros hacia atrás cada vez que me paraba. Recuerdo que difícilmente logré recoger las velas, y luego un barril de pólvora se salió de su anclaje y fue directo hacia mí. Yo me encontraba de espaldas, aferrado al borde del barco intentando resistir los embates de la tormenta, pero cuando quise reaccionar ya era demasiado tarde, el barril me había empujado hacia el mar. Nada podía salvarme ya. Intenté nadar con todas mis fuerzas, aferrarme a la vida con mis brazos y piernas entregando el máximo, pero la tormenta era demasiado fuerte, ella me trago como un embudo hacia el fondo del mar, y para cuando quise reaccionar, ya me encontraba varios cientos de metros debajo del agua. Ya no tenía más fuerzas para nadar hasta la superficie, este era sin duda mi fin. Pero de pronto vi acercarse a cuatro hombres que venían nadando a gran velocidad, el primero que llego hasta mí, alzó su brazo derecho y con un toque de su mano, me envolvió dentro de una burbuja de aire. Recuerdo que tosí toda el agua que había tragado y recuperé mi aliento. De alguna forma todavía estaba con vida. Cuando me sentí mejor levanté la cabeza y allí los vi, eran ellos sin duda, me refiero a los hombres que habían saltado por la borda, solo que esta vez eran mitad hombre mitad pez. Uno de ellos se me acercó y me dijo – Tú eliges, puedes morir aquí mismo, o convertirte en un tritón como nosotros – ¿Convertirme en un tritón?, pregunte – Así es, si firmas este contrato, mágicamente te convertirás en un tritón, pasarás el resto de tus días junto a nosotros y a cambio conservarás tu vida. Pero eso sí, jamás deberás ser visto por los hombres, pues si eso llegará suceder tendrías cuatro horas para capturarlo y llevarlo frente a Índigo - ¿Y qué pasaría si no lo capturo? – Si no lo haces, todo el océano te buscará, y al encontrarte, te quitará la vida. Toma, aquí tienes el contrato, solo fírmalo. Cuando lo observé de cerca, encontré una forma de escritura que jamás había visto, estaba seguro de que no correspondía a ninguna cultura humana. Sin embargo, aunque no podía entender lo que decía, no tenía otra salida que convertirme en tritón, ya estaba demasiado profundo y muy cansado como para nadar hasta la superficie, no lo lograría nunca. En ese momento, un grito llegó desde lo lejos. – ¡No firmes el contrato, es una trampa! - Giré en derredor mío y vi otros cuatro tritones que nadaban a toda velocidad. – ¡Son ellos!, Gritó el tritón que me había dado el contrato. Entonces frente a mis ojos, se desato una batalla de tritones como nunca antes había soñado. Garras contra garras, los tritones se abalanzaban unos sobre los otros. Y una lluvia de preguntas caía sobre mí. ¿A qué se deberá esta contienda?, me preguntaba, ¿Quiénes serán los buenos, y quienes serán los malos?, ¿Estaré soñando? Claro que no tenía respuestas a esas preguntas, pero de repente, mientras me debatía en estas cuestiones, un garrotazo alcanzó mi burbuja, y quedé flotando merced a la batalla, intente nadar hacia la superficie, pero estaba muy lejos, me desvanecí y estuve a punto de perder el conocimiento, cuando un tritón emergió de las profundidades y me sujetó – Tu eres nuestra única salvación, y no debes morir. – Eso fue lo último que escuche antes de despertarme en uno de los camarotes del barco.
Lentamente recuperé el conocimiento y al abrir los ojos, me encontré con el capitán. – ¡Santa madre de Dios, estas vivo! - Capitán, son los tritones, debemos ayudarlos, están en peligro - ¿Los tritones dices? Creo que has tragado mucha agua salada. Ahora duerme hablaremos más tarde. Como a las tres horas de hablar con el capitán, recobré mis fuerzas, entonces me dirigí hacia el timón a buscarlo, lo encontré solo, y mascullando unas palabras. – El cielo se ha despejado, ya sale el sol y aun no estamos salvados. – ¡Capitán, necesito hablar con usted! – Oh Di Mitillo, has despertado, ¿cuéntame que tienes? – Entonces le conté todo lo que había sucedido en las profundidades –….Los tritones buenos me salvaron de firmar el contrato de los tritones malos, y al romperse la burbuja estuve a punto de morir, pero en ese momento un tritón me sujetó fuertemente llevándome hasta la superficie, y luego antes de marcharse me dijo que yo era su única salvación y que no debía morir. Pero eso no es todo, los tritones malos, son los hombres de nuestra tripulación que han saltado al mar– Me gusta tu historia, dijo el capitán sonriendo, es muy creativa, tal vez algún día, cuando seas capitán puedas contársela a tu tripulación, mientras tanto será mejor que te olvides de eso. – ¿Pero capitán, usted me cree verdad? – Claro que te creo, ahora agradece al señor que estés vivo y vuelve a tus labores. – Dígame una cosa capitán. – ¿Qué quieres? – ¿Es posible que el viejo ataúd que encontré aquella vez, tenga alguna relación con esto que le acabo de contar? – Es posible, la verdad no lo sé, ahora regresa a tus labores – Si capitán.
Estaba juntado los piques para la cena, mientras pensaba en aquellas imágenes de la noche anterior, para ser un sueño había sido muy real. En ese momento Marcos se me acerco. – Que bueno que estés con vida. Cuando caíste por la borda pensé que jamás te volvería a ver – Lo sé, yo tampoco creí que iba a sobrevivir – Estaba a punto de contarle a Marcos lo que había sucedido, pero de pronto me pareció que todo era ridículo, tritones contra tritones, una burbuja gigante para respirar, y que yo era la única salvación para ellos. ¡No, absurdo! – Si quieres, cuando termines, podemos jugar unas partidas de ajedrez. – De acuerdo Marcos, allí estaré.
Esa noche después de la cena, la tripulación se fue a dormir, y yo aproveché para sacar mi libro del ataúd y procurar que todas las páginas estuvieran sanas. Luego escribí lo mejor que pude, lo que había sucedido anoche, trate de no saltarme ningún detalle, y una vez finalizado, me fui a dormir.
Serían como las cuatro de la mañana cuando comencé a escuchar que alguien susurraba mi nombre – Cesar, Cesar – Me abrigue y Salí a ver quién era pero no encontré a nadie. De pronto escuche de nuevo que me llamaban, esta vez la voz provenía del mar. Me acerque temeroso hasta el borde del barco, y allí los vi. Eran los cuatro tritones que me habían salvado la vida. – Cesar, no te asustes somos nosotros, ¿recuerdas? – Esto es una locura, no pueden ser reales. – Cesar escucha, mi nombre es Orfeo y no hay tiempo que perder, debes venir con nosotros – ¿Por qué yo? – Tu eres el único que nos ha visto, nosotros te salvamos de caer en manos enemigas, ahora debes retribuirnos el favor. – ¿Qué puedo hacer por ustedes? – Acompáñanos. – Pero moriría ahogado. – No te preocupes por eso, crearemos una burbuja y así podrás respirar bajo el agua. – Esto es una locura. – Ayúdanos, por favor. – Lamentaré esto toda la vida, aquí voy. – Así fue como salté al mar junto a los tritones. Rápidamente descubrí que ellos no eran como los otros, pues sus caras no formaban parte de la tripulación perdida, y parecían más esbeltos y fornidos. – Cesar, te contaré porque te hemos venido a buscar – dijo uno de ellos, mientras formaba con su mano extendida, una burbuja de aire sobre mí. – Nuestra raza está en peligro. Índigo, está transformando a los hombres y mujeres que caen al mar, en tritones y en sirenas. Solo que esta vez, les hace firmar un contrato que los convierte en seres oscuros y despiadados. Índigo se propone convertir a la mayor cantidad de hombres y mujeres, para formar un ejército del mal, y así poder controlar los siete mares. Déjame decirte que la razón por la cual, ustedes no han podido encontrar tierra, es porque Índigo ha estado girando las aguas a su gusto. Ustedes no lo saben, pero su tripulación se está transformando en lacayos de Índigo. Ellos son convertidos en tritones y en sirenas cada vez que caen al agua, y junto con ellos, pretende formar un ejército marino para domina los siete mares. El único que puede romper el maleficio que pesa sobre estos hombres, eres tú. – ¿Y cómo lo sabes? – Porque tú has encontrado el ataúd mágico, y la leyenda dice que aquel que encuentre el ataúd mágico, será nuestro salvador. – ¿Te refieres al ataúd que encontré en los mares hace cinco años? – Exacto. Con ese ataúd tú puedes devolver a un tritón o a una sirena a su forma humana original, y así romper con el maleficio. – ¿Y para que quieren que los acompañe? – Debemos empezar a capturar a los hombres que se han trasformado en tritones. Aunque no lo sepas, cada vez que un hombre toque la frente de un tritón, este dormirá por cuatro horas, eso nos dará el tiempo suficiente para traerlo hasta el cofre y devolverlo a su forma original. Tenemos que hacerlo de noche, porque esta es la hora en la que los tritones y las sirenas duermen, ¿entiendes? – Si, comprendo, me gustaría que el capitán supiera de esto. – No lo creo, no es conveniente que tu gente sepa lo que está sucediendo, podría arruinarnos el plan. – Pero cuando regresemos a los tripulantes a su forma original, ellos sin duda le contarán a todos lo que ha sucedido – Lo dudo mucho, cuando regresen a su forma original, habrán perdido cualquier recuerdo adquirido mientras eran tritones.- ¿Ah, sí? - Será mejor que lo mantengamos en secreto, hasta que todo termine. – De acuerdo, ¿pero cómo le explicaré al capitán que los tripulantes que saltaron al mar han regresado con nosotros? – ¿Qué te parece esto? Los transformamos a su forma original y luego los lanzamos al mar para que alguien pueda rescatarlos, mientras tanto, nosotros nos encargaremos de que no hallan tritones malos cerca, de esa forma pensarán que han sobrevivido milagrosamente y nadie sospechará nada. ¿Qué te parece? – De acuerdo, es una buena idea - Ahora sigamos, no podemos perder más tiempo.
Así fue como me lancé al mar y rápidamente un tritón generó una burbuja de aire alrededor de mí, para que pueda respirar bajo el agua. Estuvimos nadando durante aproximadamente media hora, hasta que encontramos un tritón dormido. Era Jeff, lo podía reconocer, era de nuestra tripulación, estaba cerca de la nave esperando que alguno decidiera saltar para ofrecerle el contrato. - ¿Puedes reconocerlo? Me pregunto un tritón – Si, es de mi tripulación – Entonces, acércate con cuidado y tócale la frente con la mano, eso lo dejará durmiendo otro rato, y no despertará hasta que pasen las cuatro horas – Así fue como tomé mucho aire para salir de la burbuja y así poder nadar hacia donde estaba el tritón. Tenía miedo, aún no entendía como me había metido en semejante embrollo. Decidí que ya era demasiado tarde para echarse atrás, así que toqué su frente como me habían dicho, y una luz blanquecina comenzó a surgir de su cuerpo, me quede mirando sorprendido aquel destello, pero de pronto el tritón abrió sus ojos y me miró fijamente. Estaba a merced de él, pensé que me degollaría al instante con un golpe de sus garras, pero de pronto volvió a cerrarlos muy lentamente, y todo su cuerpo se rindió al sueño, estaba completamente dormido, era evidente que nada lo despertaría hasta que no se cumplieran las cuatro horas que duraba el encantamiento.
Orfeo se acercó hasta el tritón dormido y lo sujetó con una cuerda que llevaba amarrada a su cintura. - Vamos, no hay tiempo que perder, dijo, y juntos regresamos hasta el barco. Yo me sentía ansioso y emocionado, no podía creer lo que estaba sucediendo. Ciertamente todo aquello era más próximo a un sueño que a la realidad. Solo piénsenlo, yo, rescatando integrantes de la tripulación convertidos en tritones, hasta hace algunas horas eso era imposible.
Como a la media hora llegamos hasta el barco, y allí se nos presentó otro problema. – Perfecto, dime Orfeo, ¿Cómo se supone que lo subiré al barco? – Déjame investigar – Entonces Orfeo y los demás comenzaron a dar vueltas alrededor del barco, hasta que uno de ellos se percató de la cuerda que se utilizaba para sujetar la red de pesca - ¿Podrás subir por aquí? Me preguntó – Supongo que no tendré inconvenientes, dije, y así fue como logré subir.
Una vez arriba del barco, bajé las redes de pesca para poder subir al tritón dormido. Había pasado una hora desde entonces, aunque no llevaba reloj, pero lo sabía porque siempre tuve un infalible sentido del tiempo. Una vez arriba, cargué al tritón sobre mi hombro, y lo llevé hasta el ataúd, procurando caminar con las puntas de los pies. Estaba muy nervioso, a cada momento me asaltaba el presentimiento de que si llegaran a descubrirme, Índigo nos capturaría a todos y sería nuestro fin.
Con mucho cuidado, atravesé el camarote del capitán, y llegue hasta el ataúd, en ese momento me reproché no haber colocado el ataúd en un lugar más accesible, de todas formas ya era tarde para arrepentimientos, si todo salía bien, mañana por la tarde lo colocaría en un mejor sitio.
Dejé al tritón sobre el suelo, encendí mi lámpara de aceite y abrí el ataúd. Me preguntaba si realmente volvería a transformarse en un hombre como me había indicado Orfeo. No podía saberlo hasta no hacer la prueba, así que lo levanté del suelo y lo coloqué dentro del ataúd. Luego como quien se dispone a contemplar un fenómeno sobrenatural, fui cerrando la tapa, pero justo en ese momento entro el capitán. – Escuche unos ruidos y me desperté, ¿Por qué tienes la luz encendida? – Oh, yo, es que no podía dormir, y de pronto tuve ganas de leer un rato. – Tú siempre estás leyendo, sería bueno que duermas, mañana te espera mucho trabajo, y si no descansas bien, perjudicaras a toda la tripulación, ¿me oyes? – Si capitán, volveré a la cama. – Muy bien, hasta mañana. – Hasta mañana capitán. Luego de hablar con el capitán, esperé a que regresara a su cama y se durmiera, estaba ansioso por abrir el cofre, pero debía ser precavido si no quería despertar sospechas.
Una vez que me aseguré de que todos estuvieran durmiendo, me acerque al cofre y lo abrí. Era maravilloso ver como aquel tritón había regresado a su forma original. Orfeo tenía razón, esto era la prueba fehaciente de que yo no estaba loco. El cuerpo estaba desnudo, y aun dormía, así que me pareció prudente continuar con la segunda parte del plan. Ya estaba por salir el sol, así que levanté al hombre con mis brazos y lo llevé hasta la borda del barco, allí estaba Orfeo junto con los tres tritones. Yo lo miré y Orfeo me hizo una señal indicándome que ya podía arrojarlo al agua, así que eso hice. Inmediatamente después, al caer al agua, el hombre se despertó y comenzó a pedir ayuda. Los gritos despertaron a la tripulación, y pronto se arrojó al mar una cuerda de rescate. El capitán ya estaba allí cuando el hombre al fin pudo ser rescatado. - ¿Te encuentras bien Jeff? Pensábamos que habías muerto aquella vez que saltaste al mar. – Lo sé capitán, yo también pensé que había muerto, no me explico cómo logré sobrevivir – No te preocupes, lo importante es que estas devuelta con nosotros. Muy bien, escuche todo el mundo, hoy haremos una gran celebración para darle la bienvenida a nuestro compañero Jeff. – Entre las risotadas y los gritos, apareció Marco Hanói, y acercándose a mí, me pregunto. - ¿No crees que esto es muy misterioso? ¿Cómo un hombre pudo haber sobrevivido, después de haber caído al mar semanas atrás? Y considerando que allá sobrevivido, ¿Cómo puede ser que alcanzara a nuestro barco solo nadando? – Pues no lo sé, tal vez los delfines lo hallan rescatado, Quién sabe, el mar siempre es un misterio. – Así fue que me alejé de Marcos, procurando que no sospechara nada de mí. Cuantas menos preguntas me hiciera mejor.
Los próximos días nos la pasamos celebrando. A medida que íbamos recuperando a los integrantes de nuestra tripulación, más felices estábamos. Toda esta situación nos había devuelto la esperanza de encontrar tierra, así que trabajábamos mucho más animados que de costumbre.
A la mañana siguiente, el barco comenzó a sacudirse frenéticamente. Todos nos despertamos pensando que se había desatado una nueva tormenta. Sin embargo, cuando salimos de nuestros camarotes, observamos que el cielo estaba completamente azul, ni una nube ensuciaba el horizonte, pero el mar se agitaba de un lado hacia el otro, como el vaso de un hombre que sufre Parkinson. No cabía duda, esto era obra de algún dios.
Rápidamente la tripulación comenzó a caerse al mar, allí los estaban esperando los tritones malos, para obligarlos a firmar el contrato. En ese momento yo también había caído al agua, pero por más que busqué, no pude encontrar a ninguno de los tritones buenos. De repente Smith, que se había convertido en un tritón, se acercó hasta mí, y no tuve más opción que firmar el contrato. Era eso o la muerte. Me quedé recostado junto a una roca suspirando por mí desdicha, mi suerte estaba echada. En ese momento, entre la neblina y el polvo, apareció el capitán Wil. Me levanté rápidamente y me puse en guardia, pues el capitán ya se había convertido en un tritón. - Cálmate Di Mitillo, estoy de vuestra parte. - ¿capitán, en verdad recuerda quién es? - Claro que lo recuerdo. - Eso no es posible, cuando una persona firma el contrato, olvida todo lo que ha vivido hasta entonces. - Eso es porque no he tenido que firmar el contrato - ¿Pero entonces quien lo rescato? - Fue Orfeo. - No lo entiendo, si estaba Orfeo, ¿porque no me rescató a mí también? - En ese momento apareció Orfeo. - Lo siento César, pero era la única forma de que firmaras el contrato. - ¿Y para que iba a querer firmar el contrato? - Sólo aquellos que firman el contrato, conocen la ruta que conduce hacia Índigo. - ¿Quiénes Índigo? - Es un pez gigante mitad hombre mitad ballena, que sólo desea arrebatarle al señor de los peces, el dominio de los siete mares. Y tengo razones para sospechar que Índigo, ha reducido al señor de los peces y ahora está capturando humanos para sumarlos a sus tropas. - Dime una cosa Orfeo, ¿Cómo es que no me he convertido en uno de ellos? - Resulta que cuando firmas el contrato, comienzas a ser un servidor de Índigo. Tu corazón se vuelve duro como la roca, incapaz de sentir piedad por nadie. Pero tú César, eres el elegido para salvar al señor de los peces de las manos de Índigo, es por esa razón que tu corazón no se ha pervertido como el de los demás. - ¿Y tú cómo sabes que soy el elegido? – Pues has encontrado el ataúd mágico, y según nuestra leyenda, aquel humano que encuentre el ataúd, se convertirá en el salvador de los siete mares. - Otra vez con eso de la leyenda, no puedo creer que un tipo como yo sea el elegido, sin embargo he firmado el contrato y aún conservo mi integridad, por algo habrá de ser. Ahora dígame capitán, ¿por qué aceptó convertirse en un tritón? - Verás Di Mitillo, cuando la tormenta destruyó el barco, yo me golpeé en la cabeza y caí al mar. Estaba inconsciente, de manera que pasaron unos minutos hasta que pude abrir los ojos. Fue ahí cuando un grupo de tritones me envolvió en una burbuja, y me ofreció el contrato. En ese momento pude reconocer las caras de los tritones, ellos eran hombres de mi tripulación. Entonces recordé lo que me habías contado aquella vez, cuando caíste al agua. Gracias a eso, pude negarme a firmar el contrato, pues sabía que los tritones buenos vendrían a rescatarme. En vista a de mi elección, los tritones malos me quitaron la burbuja de aire y me abandonaron a mi suerte. Pero justo cuando estaba por perder la razón, se apareció Orfeo y me envolvió en una nueva burbuja. Él esperó a que yo recobrara el aliento, y luego me dijo. Nosotros te salvamos una vez, ahora sálvanos a nosotros. Conviértete en un tritón y sirve al señor de los peces. Yo sabía que estaba en deuda con ellos, así que acepté de buena manera, y aquí estoy. - Capitán, tenemos que rescatar al señor de los peces, la paz del océano está en nuestras manos. - Eso mismo iba a decirte Di Mitillo. - Primero. ¿Cómo encontraremos al señor de los peces? - Orfeo se adelantó y dijo. -Tenemos que hacernos pasar por prisioneros, pues el único que tiene la marca del contrato es César. Sólo de esa manera podremos encontrar a Índigo. Ahora Cesar, dinos en qué dirección debemos ir. - Es hacia el norte, puedo sentirlo.- Muy bien, pongámonos en marcha. - Antes de partir, déjenme decirles que el camino está poblado de los servidores de Índigo, no nos será fácil avanzar.
En ese momento Orfeo se me acercó, y me dijo que antes de partir hacia Índigo, debíamos desviarnos. Yo le pregunté por qué, a lo que él respondió. - Antes de continuar, debemos pasar por la casa de Marian, la mujer pulpo. Sin duda que ella podrá aportarnos datos muy valiosos para nuestro viaje. - De acuerdo, de ahora en adelante te seguiremos.
Nadamos durante horas, hasta que finalmente llegamos a la casa de Marian. El lugar estaba rodeado por grandes montañas, de manera que se hacía muy difícil para cualquiera, poder hallar el sitio. La casa de Marian estaba hecha a partir de un barco abandonado, y aunque se parecía mucho al nuestro, era improbable que así lo fuera, dado que estaba ubicado justo entre montañas, hubiera sido una casualidad muy grande que cayera justo en este sitio. Golpeamos una puerta que había sido improvisada, y Marian la mujer pulpo, nos recibió. - Adelante, los estaba esperando, dijo con amabilidad - Orfeo se adelantó a nosotros, entrando en confianza rápidamente, era claro que se conocían. - Marian, como tú ya debes imaginar, hemos venido para que nos informes acerca del paradero del señor de los peces. - Si mi querido Orfeo, temo informarles que el señor de los peces ha sido devorado por Índigo. - Eso quiere decir que Índigo ha logrado su cometido. Si es así, Índigo ya ha tomado el control de los siete mares. No tenemos salvación, pronto reinará el caos. - No te apresures mi querido Orfeo, yo sólo he dicho que el señor de los peces estaba en el estómago de Índigo, eso no quiere decir que haya muerto. - Qué alivio, por un momento pensé que era nuestro fin. Ahora dime Marian, ¿cómo sacaremos al señor de los peces del estómago de Índigo? - A eso iba mi valiente tritón. Sólo existe un alga lo suficientemente poderosa, como para hacer vomitar al gigantesco Índigo. Yo la llamo el Helecho de Java. Deberán nadar hacia el norte, aproximadamente llegarán en tres horas. Les será fácil identificarlas, dado que tienen puntos negros en sus hojas. Tengan cuidado, pues tengo entendido que la zona está custodiada por sirvientes de Índigo. Si llegan a encontrarse con los delfines rosas, obedezcan sus órdenes, ellos los llevarán rápidamente hacia donde está el helecho. Llévense esta mochila con ustedes, así podrán llevarla fácilmente. Ahora márchense, ya no hay tiempo que perder. - Muchas gracias Marian, te prometo que conseguiremos ese helecho y salvaremos al señor de los peces. - Creo en ustedes. Adiós. - Así fue como partimos hacia el norte en busca del Helecho de Java.
Durante gran parte del viaje no tuvimos problemas, pero a mitad del camino nos sorprendió un grupo de tiburones negros. - Estos son territorios de Índigo, no pueden seguir avanzando, dijo el más fornido de ellos. - Espera, antes de cerrarme el paso observa mejor, pues tengo la marca del contrato. Tal vez notes que mis acompañantes no tienen la marca, eso se debe a que son mis prisioneros. - Si es así, deja que los devoremos, pues no hemos comido nada en semanas. - Lamento no poder entregárselos, dado que el mismísimo Índigo me ha pedido expresamente que se los lleve con vida. - Entonces debería saber que el camino hacia Índigo no es por esta dirección. - Lo sé. - Muy bien, ahora dime, ¿por qué quieres pasar por aquí? - En este punto me quedé pensando sin contestar nada, no sabía cómo convencer a los tiburones para que me dejaran pasar. - ¿Y bien? Debe saber que más adelante crecen algas venenosas. Nuestro señor Índigo les teme mucho a estas algas, por esa razón nos ha encomendado cerrarle el paso a cualquier viajero que resulte sospechoso, y tú resultas sospechoso. - Tú no entiendes, Índigo me pidió que le lleve una de esas algas. No me comentó con qué finalidad, solo sé que me lo ha pedido. Y déjame decirte que se enfadara mucho si se entera que ustedes me han cerrado el paso. - Si es como dices, ¿por qué antes de venir hasta aquí, no le has llevado los prisioneros a Índigo?, ¿no crees que hubiera sido mucho más práctico de ese modo? - Tengo pensado llevarle el helecho junto con los prisioneros. - No te creo. - Este tiburón es demasiado astuto pensé. No podré engañarlo con facilidad. - Afortunadamente en ese momento, apareció una manada de delfines rosas, tal y como nos había dicho la mujer pulpo. El que lideraba el grupo se detuvo junto a mí, y me dijo. - Usted debe ser Cesar. - Así es, respondí. - Mi nombre es Grama, nos envía Marian para ayudarlos a pasar por aquí. Si confían en nosotros, sujétense fuerte de nuestro lomo, los llevaremos hasta dónde está el helecho. - Sin pensarlo dos veces, Orfeo, el capitán Wil, y yo, nos sujetamos del lomo de los delfines. Los tiburones se enfurecieron al darse cuenta de que les habíamos mentido, y comenzaron a perseguirlos. Pudimos aventajarlos en un trecho bastante amplio, pues la velocidad de los delfines rosas, superaba por mucho a la de los tiburones negros.
En un abrir y cerrar de ojos llegamos hasta donde estaba el helecho. Grama se detuvo junto a una de las plantas y me dijo. - Apresúrate Cesar, toma una y marchémonos cuanto antes. Si un tiburón negro nos encuentra será nuestro fin. - Así que sin pensarlo dos veces, arranqué una de las algas y la guardé en la mochila que me había dado Marian. Rápidamente los delfines nos llevaron hasta una zona segura, y se despidieron. - Ahora deben continuar este camino ustedes solos, dado que si vamos nosotros, nos encontrarán con mucha facilidad. Como todos saben, los delfines rosas, son criaturas fieles al señor de los peces, y sabemos lo importante que es esta misión para todos, lo último que queremos es ser un estorbo, por esa razón les pedimos que de aquí en adelante tengan mucho cuidado, nosotros estaremos cerca por si nos necesitan. – Gracias Grama, te prometo que encontraremos a Índigo, y rescataremos al señor de los peces. - Sé que lo harán, ahora váyanse, el tiempo corre y no sabemos si nuestro señor pueda resistir mucho más en el estómago de Índigo. - De acuerdo Grama, nos veremos pronto. - Adiós muchachos, que la suerte los acompañe.
Así continuamos nuestro viaje camino hacia Índigo. No sabíamos cuánto tiempo íbamos a estar nadando, pero horas más tarde después de partir, empecé a sentir hambre. Entonces me acerque al grupo y le comenté mi situación. - Oigan muchachos, no sé ustedes pero yo hace tiempo que no pruebo bocado, y ya no puedo seguir nadando. - Es cierto Di Mitillo, dijo el capitán Wil, yo también tengo hambre, pero ¿qué se supone que comen los tritones? - Los tritones comemos pescados, dijo Orfeo. Aquí en el mar no es como en la ciudad, nuestro platillo principal es el pescado. No se preocupen por su digestión, el organismo de un tritón está perfectamente adaptado para este tipo de comidas. - El capitán Wil y yo, ya estábamos acostumbrados a comer pescado, pues desde que estábamos en el barco, que el pescado había sido nuestra única comida. - Aquí hay muchos pececillos para comer, dijo el capitán. No sé ustedes pero yo voy a probar uno. - De esa forma el capitán intentó atraparlos con sus manos, pero no podía evitar que se le resbalaran cada vez que trataba de agarrarlos. Orfeo que miraba atentamente lo que hacía el capitán Wil, se echó a reír frenéticamente. - Escuche capitán, nunca podrá atrapar un pez con las manos, nosotros los tritones lo hacemos con los dientes. De esa manera los atenazamos y evitamos que se escapen. Observe. - Orfeo nadó con velocidad junto a un grupo de peces, y con su boca atrapó a uno por la cola. - ¿Se da cuenta? Inténtelo es sencillo. - Luego de varios intentos, el capitán logró atrapar su cena. - Estos peces están deliciosos, prueba uno Di Mitillo. - De acuerdo aquí voy. - Al principio tuve la impresión de que comer peces crudos iban a darme náuseas, pero al probarlas me di cuenta de que estaban deliciosos. Cuando uno va a aprobar algo que nunca antes ha comido, es preferible dejar de lado los prejuicios, de otro modo no se podrá degustar su verdadero sabor. Luego de haber saciado nuestro apetito, nos dirigimos hacia Índigo.
Al poco tiempo de haber emprendido el camino, cinco tritones malignos nos cerraron el paso. - ¿Creyeron que podían avanzar por aquí sin ningún problema? Estos son terrenos de Índigo, ningún tritón que no posea la marca del contrato puede pasar por aquí. - Yo tengo la marca del contrato, dije. - Es cierto que tienes la marca, pero tus compañeros no. - Estos no son compañeros míos, sino prisioneros. Índigo me pidió explícitamente que una vez capturados, se los llevara hasta él. - Muy bien, veo en tus ojos que dices la verdad. Puedes seguir adelante. - El señor Índigo te recompensará. Adiós. – No sé qué habrá visto en mis ojos, pero al sortear ese obstáculo, nos sentimos muy relajados, pensábamos que nos atraparían, por suerte nos equivocamos. En mi mente, podía visualizar la dirección en donde se encontraba Índigo, era como si una fuerza magnética me atrajera hasta él. Pero en el transcurso del viaje, comencé a sentir un fuerte dolor en mi pecho, por eso tuve que detenerme a descansar, hasta que en un momento Orfeo se me acercó y me preguntó. - ¿Qué te sucede Cesar? ¿Por qué nos detenemos? - No lo sé Orfeo, siento que a medida que va pasando en tiempo, más me cuesta nadar. - Tal vez se deba a que tu corazón puro está siendo dominado por la maldad, no debemos olvidarnos que has firmado el contrato. Si mi suposición es correcta, debemos rescatar al señor de los peces cuanto antes, pues él es el único que puede destruir la magia de Índigo. - Así que continuamos nuestro camino. A pesar de mi malestar, tuve que reunir fuerzas para qué los tritones malignos no nos descubrieran. Afortunadamente cada vez que nos detuvieron, pudimos evadirlos utilizando el mismo cuento de los prisioneros. Sólo en una ocasión tuvimos problemas con los tritones. Esto fue lo que sucedió. - Alto ahí ustedes tres, está prohibido pasar más allá de esto confines. Respondan, ¿quiénes son, y a que han venido? - Mi nombre es Stephan, y he venido a traerle a Índigo, estos dos prisioneros. - Índigo nos ha dejado en claro que nadie ni nada debe pasar por aquí. ¿Por qué debería creerles? - Estos prisioneros que traigo pertenecen a la rebelión, seguramente nuestro señor podrá obtener información muy valiosa, así que será mejor que me deje pasar. - No lo creo. ¿Si son de la rebelión como dices, entonces por qué no los has interrogados tú mismo? Nuestro señor no merece ser molestado por nimiedades. - Éstas no son nimiedades soldado. Además yo he tratado de interrogarlos, pero prefieren morir antes que brindarme información. Por eso he pensado que quizás la magia de nuestro señor, logre persuadirlos. - Yo no veo ninguna señal de tortura. - Eso es porque he preferido dejarle ese privilegio a nuestro señor. - Por cierto ¿qué traes en esa mochila? - Pues en esta mochila traigo el helecho de java. - ¿Qué, el helecho de java? Debes saber muy bien que el helecho de java, está prohibido, por esa razón nuestro señor ha puesto en su custodia a los tiburones negros. ¿Acaso te has burlado de los tiburones negros? - Tú no entiendes. Les he pedido a los tiburones negros, que me dejaran recolectar el helecho para envenenar a los prisioneros en caso de que no quisieran hablar. Pero a pesar de haberlos envenenado, ellos se negaron a dar palabra. ¿Comprendes? - Quizás, pues no estoy totalmente convencido. Mira, haremos una cosa, te dejaré pasar, pero dado que ya has tratado de envenenar a tus prisioneros, y no has conseguido mayores resultados, tendrás que dejar el helecho aquí. -¿Qué dices, dejar el helecho aquí? - Exacto, yo me quedaré con la planta, y mi compañero Dante, los escoltará a dónde está nuestro señor. -De acuerdo. - Los tres sabíamos que no teníamos más opción que aceptar, así que continuamos nuestro camino dejando atrás el helecho. Mientras Dante nadaba unos metros más adelante de nosotros, yo aproveché para acercarme a Orfeo. - Escucha Orfeo, hemos perdido el helecho, ¿qué haremos ahora? No podemos hacer vomitar a Índigo sin el helecho. - Lo sé Cesar, estoy pensando. - En ese momento Dante se detuvo y se dirigió hacia mí. - Escucha Stephan, antes de ver a Índigo, debemos dejar a los prisioneros. Más adelante están las celdas donde los tenemos cautivos. - ¿Además de estos dos que traigo, hay más prisioneros? - Por supuesto que los hay. Tenemos seis prisioneros más, esperando la sentencia de nuestro señor. Ahora acompáñame, antes de ver a Índigo encerraremos a esos dos bastardos. - Me parece bien Dante, vayamos hasta allí. -De esa manera nadamos hasta las celdas. En el camino dejamos que Dante se adelantará unos metros, tal y como lo habíamos hecho antes. Entonces el capitán Wil, Orfeo, y yo, comenzamos a elaborar un plan. - Escuche los dos, dijo el capitán, bebemos deshacernos de este tipo, y liberar a los prisioneros. Éste es el plan, antes de llegar a las celdas, Orfeo se encargará de cerrar a Dante en una burbuja. Luego lo esconderemos bien para que nadie lo descubra, y finalmente hallaremos la manera de liberar a los prisioneros, para que nos ayuden a recuperar el helecho. ¿Están de acuerdo? - Me parece una buena idea, dije. Pero debemos reducir a Dante antes de llegar a las celdas, pues imagino que estarán custodiadas por centinelas, y no queremos que nos descubran. - Muy bien, dijo Orfeo, pero no debemos matar a nadie, recuerden que los tritones son sólo hombres que han firmado el contrato, bajo una circunstancia límite. -Así fue que contuvimos a Dante, Justo antes de llegar a las celdas, procurando ocultarlo para que nadie lo vea. - Muy bien, dije, ahora cada uno debe atar sus manos con estas algas, recuerden, ustedes son mis prisioneros. - Terminante trabajo, nos dirigimos hacia donde estaban los prisioneros, y en el camino nos encontramos con dos tritones. - ¿Quién eres tú?, dijo uno de ellos. -Mi nombre es Stephan, y me envía vuestro señor a encerrar a estos dos prisioneros. -Por la gloria de Poseidón, ese que viene contigo no es nada más y nada menos que Orión, el jefe de la rebelión. ¿Cómo lo has capturado? - Es una larga historia y no tengo tiempo de contarla, si no le molesta les pido que me entreguen las llaves del calabozo, yo mismo encerraré a estos bribones. - De acuerdo a Stephan, aquí tienes. Pero no te olvides, nos debes una historia. - Ya les contaré mi hazaña en otro momento, nos veremos más tarde. Adiós. – Adiós. - Cuando nos alejamos de ellos, comencé a sentir nuevamente ese dolor insoportable en mi pecho. - ¿Qué te sucede Di Mitillo?, me preguntó el capitán. - Es mi pecho, otra vez me duele mucho. - Cielos, dijo Orfeo, no nos queda mucho tiempo, debemos rescatar al señor de los peces cuanto antes. - Orfeo y el capitán me ayudaron a levantarme, así fue como recorrimos los calabozos. Orfeo podía reconocer a todos los prisioneros, así que habló con cada uno de ellos diciéndoles que no tenía sentido liberarlos ahora, pues como éramos muy pocos no teníamos posibilidades de ganar la batalla. Además, si vinieran con nosotros, nos descubrirían fácilmente. -Pero justo antes de perder nuestras esperanzas, me alegré mucho al encontrar que en una de las celdas, estaba Marcos Hanói, aún con su forma humana. Lo habían encerrado dentro de una burbuja pero aún estaba consciente. Quién sabe por qué milagro no lo habían dejado morir ahogado. Entonces me acerqué a él y lo desperté - Marcos, soy yo César. - ¿César, en verdad eres tú? ¿Pero qué que ha sucedido? - He tenido que convertirme en un tritón. - No entiendo nada de lo que está ocurriendo aquí. - Escucha Cesar, dijo Orfeo, se me acaba de ocurrir una idea. Mira, tu amigo es aún un humano ¿no? – Si, eso creo. - Pues bien, ¿recuerdas que cuando un humano toca la frente de un tritón, este duermen por cuatro horas? - Si, lo recuerdo. -Piénsalo César. Con la ayuda de tu amigo, podremos dormir a todos los centinelas. De esa manera liberaremos a mis compañeros y ellos nos ayudarán a recuperar el helecho, evitando despertar cualquier alarma. - Excelente plan, pero por lo que veo existe un problema. - ¿Cuál? - Una vez que Marcos ponga a dormir a todos los centinelas, nos quedarán cuatro horas antes de que despierten y se den cuenta de que los prisioneros no están. - Tienes razón Cesar, debemos rescatar al señor de los peces antes de que se cumpla ese plazo. - Así fue como uno a uno, fuimos adormeciendo a todos los tritones. Una vez que nos aseguramos de que no faltará nadie, liberamos a los prisioneros. - Bien, dijo Orfeo, ahora sólo nos quedan cuatro horas antes de que los tritones despierten, debemos apresurarnos. - Rápidamente con la ayuda de los otros tritones, nos pusimos a buscar el helecho de java. Buscamos incansablemente hasta que finalmente lo encontramos. - Aquí está señor, ¿pero qué haremos con este bastardo? - Lo adormeceremos también. Marcos, duerme a este tritón. - Si Orfeo. - Luego de recuperar el helecho de Java, Orfeo les ordenó a los demás tritones que se retiraran, dado que sólo serían un estorbo frente al enorme poder de Índigo así que el capitán Wil, Orfeo, y yo, marchamos hacia Índigo con el helecho en la mochila. Sin embargo aún no sabíamos cómo lograr que se lo comiera, pues seguramente no iba a acceder por las buenas. Pero como no teníamos tiempo para idear ningún plan, decidimos partir inmediatamente.
Mientras nadábamos hacia donde estaba Índigo, los dolores en mi pecho se hicieron tan intensos que no puede continuar. - Escuche en amigos, Índigo se encuentra por esta dirección, sigan Derecho y se toparán con él. Deben continuar ustedes solos, yo estoy muy débil para seguir. - Orfeo tu quédate con él, dijo el capitán, yo iré a ver Índigo. - ¿Por qué no mejor te quedas tú, y voy yo? - Piénsalo, si algo llegara a sucederme, nuestra última esperanza quedará depositada en lo que pueda hacer la rebelión, y tú eres el único que puede comandarla. Además mi vida bajó el océano es muy corta comparada con la tuya, tú conoces los secretos del mar, si algo llegara sucederme tú correrás con la responsabilidad de salvar el futuro de los siete mares. ¿Entiendes? - De acuerdo capitán, yo me quedaré con César, ahora tome el helecho y márchese antes de que me arrepienta. - Cuando el capitán estuvo lo suficientemente lejos de nosotros, Orión me cargó en sus brazos, y me llevó hacia donde estaba Índigo. Una vez que nos acercamos hasta allí, procuramos escondernos tras una pequeña montaña de rocas. Desde allí podíamos escuchar lo que el capitán le decía al gigantesco Índigo. - Escúchame Índigo, tal vez no me conozcas, mi nombre es William Taylor, y he venido a pedirte un favor. - ¿Por qué debería cumplirle un favor a un miserable como tú? - Porque he tenido que pasar por penurias indescriptibles, para encontrarte.- ¿Y cuál es el favor que quieres pedirme? – Devórame. Devórame y déjame correr el mismo destino que mi señor. Permíteme morir como un soldado leal - Ja ja ja, no me hagas reír, ¿y de qué puede servirle la lealtad a un muerto? - Déjame juzgar esa condición a mí. No lucharé contra ti, porque sé que no tengo posibilidades, pero a cambio, solo te pido que me hagas ese favor. - De acuerdo, si eso es lo que deseas, con gusto te lo cumpliré. - Así fue que Índigo se comió al capitán junto con el helecho de java. Orfeo y yo, no pudimos menos que reconocer lo valiente que había sido el capitán Wil, al entregar su vida para salvar la de todos. - Cielos, dijo Orfeo, ese hombre era mucho más orgulloso de lo que yo jamás hubiera podido imaginar. - Lo sé Orfeo, dije, ese hombre era mi capitán. Y ahora es tiempo de que me vaya yo también, el dolor en mi pecho, se ha vuelto insoportable. - Pero qué dices César, debes ser fuerte y esperar un poco más, el helecho no tardará en hacer efecto, pronto verás que el señor de los peces acabará con tu sufrimiento. - En ese momento Índigo escucho nuestras voces, y nos descubrió detrás de la montaña de rocas. - Veo que aún hay más insectos en el océano. - Estábamos atrapados, yo no podía moverme, y Orfeo no quería abandonarme. - Ustedes me han ocasionado muchas molestias, desde que se formó la rebelión que mis planes siempre fueron arruinados. Pero eso se acabó, pues muerto el perro se acabó la rabia, ahora prepárense para su fin. - En ese momento apareció Grama, con su grupo de delfines rosas. - Suban a nuestro lomo, dijo, no hay tiempo que perder. - Así que Orión y yo nos agarramos del lomo de los delfines y nadamos a toda velocidad alejándonos de Índigo. Lamentablemente este tipo, era increíblemente veloz y se nos iba acercando cada vez más. - Debemos ganar tiempo hasta que el estómago de Índigo logré digerir el helecho de java, dijo Grama. - Pero si son delfines rosas, dijo Índigo pegando un alarido, odio a los delfines rosas. - Así fue que con su dedo índice comenzó a lanzarnos rayos, hasta que finalmente logró derribarnos a todos. Estábamos acorralados, Orfeo estaba inconsciente al igual que los demás delfines, y yo, aunque me encontraba consciente, no podía moverme por el dolor. - Ahora sí, maldita sabandija, dijo Índigo dirigiéndose a mí, hasta aquí has llegado. - Pero justo cuando se disponía a quitarme la vida, sucedió algo maravilloso. Índigo comenzó a ponerse pálido y a retorcerse con fuertes gritos de dolor. Así estuvo un buen rato hasta que empezó a vomitar todo. - ¿Que me han hecho estos miserables? - De pronto Índigo vomitó al capitán Wil, el cual se desplomó al suelo sin sentido. Aunque yo no podía acercarme hasta donde estaba el capitán, pude notar que en su cuerpo había un brillo extraño. Luego, Índigo expulsó con mucha dificultad, a una tortuga gigante que al parecer, tenía brazos y piernas de ser humano. - Así que esté es el señor de los peces, dije para mis adentros, sin duda que debe ser él. Mientras Índigo seguía retorciéndose, la tortuga se acercó hasta mí. - Tu debes ser el que me salvó. - No señor, el que lo salvó fue ese tritón que está allí tirado. – Ah, ya veo. - En ese momento el dolor en mi pecho se hizo insoportable, y entonces comencé a gritar. - Veo que la leyenda ha sido cierta después de todo. Por lo que veo, has firmado el contrato, pero tu corazón se resiste a recibir la maldad, pues tal y como dice la leyenda, el que encuentre el ataúd mágico, será el elegido. Tú has de haber encontrado el ataúd mágico, ¿o me equivoco? - No señor no se equivoca, fui yo. - Muy bien, entonces te pido que resistas un poco más, dado que primero debo ajustar cuentas con Índigo. - De esa manera la tortuga se acercó hasta Índigo, quien se retorcía por el dolor, y señalando lo con el dedo, le dijo. - Has intentado imponer un reinado del mal, utilizando tu poder para someter a inocentes criaturas. No te perdonaré por eso, así que prepárate. No puedo quitarte la vida, ni disolver tu poder, pero puedo evitar que vuelvas a controlar la vida de otros seres vivos. - Entonces la tortuga hizo brotar de sus manos un resplandeciente haz de luz, y con ello, transformó al gigantesco índigo en lo que hoy se conoce como una medusa. - Tengan cuidado seres de este mundo, dijo la tortuga, pues aunque este sujeto ya no podrá someter a más vidas inocentes, aún conserva la facultad de quitar la vida. No se fíen de su inofensiva apariencia, pues es extremadamente mortal en su ataque. Ahora, ya es tiempo de volver todo a como era antes. - Fue entonces cuando perdí el conocimiento a raíz del dolor en mi pecho. No me explico qué fue lo que sucedió después, pero cuando desperté, estaba recostado en mi camarote con la forma humana original. Lo primero que encontré al abrir los ojos, fue a Marcos Hanói. - Veo que al fin has despertado, dijo sonriendo. - Marcos, tú también has recobrado la forma humana. - ¿La forma humana? ¿De qué hablas? - Salvamos el señor de los peces, ¿qué, no lo recuerdas? - ¿El señor de los peces dices? ¿Y quién es ese? Has de haber tragado mucha agua cuando ese barril de pólvora te lanzó hacia el mar. - ¿Un barril de pólvora? - Así es, un barril de pólvora te lanzó hacia el mar. Pero por suerte el capitán Wil, pudo rescatarte con las ayuda de una cuerda que ató a su cintura. Luego del rescate estuviste durmiendo por tres días. No sabíamos si lograrías despertar. - Pues a decir verdad, recuerdo que Orfeo me salvó la vida aquella vez. - ¿Orfeo? ¿Y quién es ese, acaso es de nuestra tripulación? - No lo creo. - Ver aquí, el capitán Wil y los muchachos estarán contentos de saber que has recobrado el sentido. - ¿El capitán Wil está vivo? - Por supuesto que está vivo. - Excelente, quizás él pueda recordar algo. - Al salir de mi camarote, toda la tripulación me saludó con aplausos y palmadas en la espalda. - Tu sí que le debes la vida al capitán, me dijo Smith, aquel mismo que me había hecho firmar el contrato. - Eso creo, respondí titubeando. -Caminé unos pasos así el timón, y allí estaba el capitán, fumando un habano. - Espero que no te importe, lo tomé mientras dormías. - No hay cuidado capitán. Oiga, Marcos Hanói me ha dicho que estuve durmiendo tres días. ¿Es eso cierto? - Te mentiría si dijera que no. Debes estar hambriento. - Ahora que lo menciona es verdad, tengo mucha hambre. - Pues deberás esperar a que cocinen, no querrás comer peces crudos. - Capitán, nosotros comimos peces crudos. ¿Acaso usted también lo ha olvidado? - Eso es imposible, ni que me estuviera muriendo de hambre, me atrevería a semejante cosa. - Y qué me dice de Índigo, Granma, Marian, Orfeo, ¿no le son familiares estos nombres? – No, jamás los he oído nombrar. Pero no te preocupes, seguramente has debido soñarlos. - Cielos capitán, no puedo creer que se haya olvidado. Si solo tuviera alguna prueba. Un momento, tengo el diario. Eso es, todo está escrito en el diario. - ¿Qué diario, de qué hablas? - Ya vengo capitán, se lo demostraré. - Fui corriendo hasta mi camarote lo más rápido que pude. Allí estuve largo rato examinando cada rincón, pero no tuve suerte. Sólo me faltaba un lugar por buscar. El ataúd mágico. - Me acerqué hasta el ataúd, desconfiando de que estuviera allí. Sin embargo al abrir el cajón, ahí estaba el diario, dentro de una bolsa. Sin cuestionarme la razón de por qué el diario estaba allí dentro, comencé a buscar con avidez, lo último que había escrito. Y entonces encontré lo siguiente. "El cielo se ha puesto oscuro como el carbón, espero que para mañana vuelva a despejarse. Afortunadamente, Rojo, ha terminado de reparar la rajadura de mi suéter, si esto sigue así, lo mejor es estar abrigado." El capitán Wil y Marcos tenían razón. No quedaba ninguna prueba fehaciente de lo que había sucedido. Pero entonces, ¿cómo es posible que yo recordara todo lo sucedido, con semejante grado de detalle? Estoy convencido de que el señor de los peces, dijo que restauraría todo devuelta a como era antes, y de hecho eso hizo. ¿Por qué soy yo el único que recuerda lo que pasó?
Así fueron pasando los días y yo seguía sin lograr respuestas a mis preguntas. Hasta que un día estaba contándole a Marcos lo sucedido, y entonces él, me sugirió lo siguiente. - Veo que tus recuerdos son muy precisos. - Eso es porque lo que te cuento ha sucedido de verdad. - Escucha César, se me acaba de ocurrir una idea. - ¿Cuál? - Ya que recuerdas muy bien cada detalle de esta historia, ¿por qué no intentas escribirla? - ¿Escribirla? - Claro, de esa forma quizás logres responder tus preguntas. - Tienes razón Marcos, así lo haré. - Durante los siguientes días, me pasé las horas escribiendo y describiendo, los detalles de la historia, tal y como ustedes lo han leído hasta ahora. Pero aún me asaltaba una cuestión. ¿La historia había sido real como yo pensaba, o sólo era un sueño como decían Marcos y el capitán? Cansado de tanto pensar, me fui a recostar, mi jornada de trabajo había sido larga el día de hoy. - Tal vez el sueño, con suerte responda mi pregunta, me dije antes de caer dormido.
César, Cesar. - ¿Quién me llama? - Cesar, ¿estás vivo? - ¿Orfeo, eres tú? - Sí, soy yo, pensábamos que habías muerto. - Orfeo, yo sabía que esto había sido real. Ahora dime, ¿dónde están el capitán Wil y Marcos? - El señor de los peces los ha regresado a su forma humana. - Lo sé, estuve con ellos antes de quedarme dormido. - A decir verdad, tú nunca estuviste con ellos. - ¿Qué dices? - Tal vez no lo recuerdes, pero cuando el señor de los peces me despertó, tú estabas desmayado, el dolor te había vencido. Llegué a pensar que habías muerto, pero por suerte me equivoqué. - ¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? - Como tres días. -Cielos, lo mismo que en el barco. - Escucha César, el señor de los peces me dejó un mensaje para ti. - ¿Y qué dice ese mensaje? - Pues dice así. “Tú eliges, devuélvenos lo que has encontrado y quédate con ellos, o duérmete en ello y regresa con nosotros." - ¿Pero qué quiere decir con lo que he encontrado? - No lo sé, yo sólo te transmito el mensaje. - Ay, mi pecho. - ¿Qué te sucede Cesar? - Es mi pecho, aun me duele. - Tomate esto, te ayudará a descansar. - Gracias Orfeo. - Ahora vuelve a dormir, sé que nos veremos pronto. - A la mañana siguiente me desperté en el barco. Aún podía recordar aquellas palabras que me había dejado el señor de los peces. Estuve todo el día preguntándome que había encontrado yo, hasta que por la noche, me di cuenta. - Pero claro, dije, el ataúd mágico. Tengo que elegir entre devolverlo, o dormir en él. En ese momento entró el capitán Wil. - Di Mitillo, parece que mañana encontraremos tierra. - Si capitán, hace ya 11 años que viene diciendo lo mismo y nunca pasa nada. - Pues esta vez estoy seguro. - Así se marchó el capitán Wil llevando a cuestas sus vanas esperanzas de encontrar tierra. Mientras tanto yo, me acercaba al ataúd para ponerle fin a esta historia de locos.