A estas alturas, he dejado de tenerle miedo al silencio. Pero siempre me pregunto, si es que el silencio, acerca, o aleja a las personas. No puedo dejar de reconocer que el silencio es algo sustancial en mi forma de vida, tal como lo puede ser el agua, o el aire. Y es que el silencio, es capaz de trazar la distancia real, que existe entre la mentira, y la verdad. Cuando un hombre afirma algo, y luego, hay un silencio, podemos saber entonces, si lo que ha dicho, es verdadero, o falso. El silencio, es la esencia de lo místico, que se disfraza de un tiempo que ya conocemos. Y que a pesar de haber estado, decenas de miles de años, junto a nosotros, jamás se ha vuelto popular entre las grandes ciudades del mundo. Sin embargo siempre está ahí, ni tan cerca, ni tan lejos. Algunas veces, no sabemos dónde encontrarlo, y a pesar de ello, podemos dar por hecho, que él nunca va a abandonarnos. Pues fue él, quien nos dio la bienvenida a este mundo, y será él, quien nos dé el último adiós. Pero a pesar de que jamás nos ha traicionado, el silencio nos asusta, dado que es tan grande que no podemos saber dónde comienza, y dónde termina. Cada vez que hay silencio alrededor, tenemos la vertiginosa sensación de tropezar hacia lo infinito, hacia lo que no queremos descubrir. Ahora. ¿Quieres saber lo que eres realmente? Yo te he mostrado la puerta, pero serás tú, quien finalmente, dé el último paso hacia la verdad.