Recurro a vos para pedirte un consejo. Si, a vos que estas
más allá de cualquier pretexto y finura. A vos que creciste en el barrio, a
ofensas y cachetazos. Escuchame un cachito, y ayudame con esto. Hoy estuve con
mis hermanos en casa de mis padres, festejando el 25 de mayo. Un día similar a
lo que ya he vivido, pero lleno de axiomas y particularidades nuevas. La tarde
comenzó temprano, más precisamente después de los ravioles, y en la sobremesa
de la cocina. Mientras mis hermanos y mis padres charlaban animadamente, yo
como el ermitaño que soy, me recosté suavemente sobre el sillón del comedor, y
me dormí. Allí frente al ventanal por donde mejor se escurre la luz del sol,
entre dormido y despierto, el olor a café me invito a levantarme. Después de un
resumen deportivo sobre la victoria del Real Madrid sobre El Athletic, cada
cual busco su rato de silencio. Mi madre con el gato, mi hermana con el
celular, y mi padre con la almohada. Yo sin ir más lejos, fui hasta la
habitación de Fede, tomé su guitarra y baje amistosamente allí donde todos
estaban conversando. Comencé mi repertorio con algunas expectativas de ganar
público, pero pronto quede fuera de sintonía. Como te imaginarás, terminé
tocando solo y para nadie. Entre todas las cosas que pudiera pasarme, está es
la más habitual. Bueno... me dije. El silencio es un espectador sincero, él
sabrá juzgar mis intenciones. Las próximas horas las pasé cantando para no
mostrarme derrotado. Mientras mis hermanos con indiferencia, jugaban a un juego
de preguntas y respuestas, que ya se hizo popular entre los usuarios de
Facebook, yo miraba de reojo a la cocina y pensaba. ¿Será que toco la guitarra
porque quiero llamar la atención? ¡Oigan! aquí estoy....alguien que me escuche.
Esta la saqué hace poco, ¿la cantamos todos? ¿No?....ok. Luego se hizo de noche
y cada cual a su casa. Mi hermana, Ezequiel y yo, nos fuimos en el auto con mi
viejo, y mientras ellos iban charlando sobre una obra en construcción que
promete ser nuestra futura casa, yo miraba por la ventana, como un niño que
presencia una conversación de adultos. En ese momento, mis ilusiones se
hicieron grandes, pues de alguna forma tener una casa propia, representaba un
problema menos en mi vida. Finalmente al llegar a mi departamento, sentí un
fuerte dolor de garganta. La desatención de mis hermanos, y el ímpetu de
hacerlo bien, me obligaron a forzar mucho mi voz. ¡Pero que estupidez! pensé.
Encima que me pasé la tarde solo, y cantando para nadie, ahora ni siquiera
puedo hablar. Probablemente mis aspiraciones como cantante, se destruyan igual
que mis cuerdas vocales. No, no me importa. Como dice Nietzsche, Lo que no te
mata, te hace más fuerte, y esa es una fija. Me preparo un té con miel, y de
vuelta a las andadas. Mañana en la ducha, con el chasquido del agua y la reverberación
del baño, nadie va notar mis carencias artísticas. Mientras cocino una suprema
de pollo en el horno, me siento a mirar un poco de televisión. La verdad es que
no le estoy prestando mucha atención. Mis pensamientos giran alrededor de
Pilar, mi ex novia. Es cierto, tal vez sea un melancólico, pero creo que un
ratito de ella, no me vendría nada mal. Claro que mis intereses no son
sexuales, yo diría que más bien son sentimentales. Violines. Fuera de joda,
¿vamos a hablar en serio? Ahora mismo me encuentro muy lejos de todo lo que
fui. Tal vez me sea imposible volver atrás. Sobre todo porque las mujeres rara
vez te dan una tercera oportunidad... Y aunque este tentado, no voy a llorar.
Ni una lagrima. Vamos con el optimismo. Saco una hoja, dibujo un cómic, y a la
mierda con todo. Ok, francamente no tengo ganas. Tantas veces hemos hablado
sobre la dicotomía amor - soledad, que ya no estoy seguro de lo que quiero. No
voy a negarte que con todo esto de Internet y las redes sociales, no puedo
menos que sentirme un peón entre reyes. Tanto talento me abruma si... lástima
que el mío sea tan choto. Hay mucha gente en el mundo ¿ves?, y a mi
consideración nadie es indispensable para que esto continúe. No es necesario
que lo aclare, estoy seguro que en estos momentos nadie piensa en mí, y aunque
parezca ridículo por otro lado, yo pienso en todos. Bueno, casi. Muchas veces
dije, que es inmoral poner el arte al servicio del dinero, pero ahora que lo
analizo mejor, quizás pude haberme equivocado. Lo que no me termina de
convencer, es estar atado al tiempo y a las demandas de algún inversionista. Te
utilizan para que con tus manos, digas lo que ellos quieren. Sin desprestigiar
al obrero, terminas construyendo una casa que al final no es tuya. Por eso
pienso que si te dan un espacio en blanco, es para que vos digas lo que mejor
te sienta. Sin faltarle el respeto a la profesión, creo que un dibujante, no
debería estar atado a ninguna otra cosa más que a su propia voluntad. Bueno, al
menos eso dicen. Pero si te va bien haciendo lo contrario, no me hagas caso. Ya
habrás visto que en este rubro, no solo soy pésimo, sino que además me gusta
dar lastima para que otros me compadezcan. Pero más allá de mi solemnidad, al
menos puedo hacer alarde de una cosa. De mi libertad..... ¿De mi libertad dije?
¡Pero que estupidez! En realidad soy un esclavo más del sistema. No me quejo de
mi trabajo, pero la verdad es que lo que hago, no me completa. En cambio esto
sí. Acá... me siento un hombre libre.... como un pájaro estoico que vuela sobre
la implacable neblina que oscurece el camino.... Bueno, en realidad lo
confieso..... no se que hacer con mi tiempo libre. En serio lo digo. Pero
sinceramente mal que me pese, creo que esta es la mejor forma de aprender. Vivo
la vida de forma desinteresada, y en lo posible, trato de no reclamarle nada a
nadie, pues entiendo que ya poseo todo lo que necesito para ser feliz. Pero más
allá de mi aceptación, ahora que lo pienso bien, si hay algo que me falta en
esta vida es valor. Valor para enfrentar la verdad. Valor para no dejarme
engañar por lo sabido. Valor para revisar el tiempo, sin sentir vergüenza de lo
que fui. Valor para aceptar una crítica y reconocer el error. Valor para no
vender mis principios, a cambio de dinero. Valor para mirar más allá de las apariencias.
Valor para aprender a querer sin prejuicios. Valor para superar todo aquello
que me atemoriza. Valor para decirte lo que siento, sin tener que avergonzarme
por ello. Valor, y nada más que valor. Eso es todo lo que necesito. Pero aun
así, considero que pedir valor frente a tantas otras urgencias, parece una
actitud egoísta de mi parte. Sin dudas lo mío, es una nimiedad en comparación
con lo que verdaderamente hace falta. Por eso quiero que tú y yo, nos
enfrentemos con aquel costado que tanto nos duele mirar. La limitación. Creo
que todos nos hemos preguntado alguna vez ¿porque este tipo puede, y yo no? ¿En
qué estoy fallando? Pues bien, yo no tengo respuestas para tales preguntas.
Pero a simple vista puedo ver que más allá de tu relación sentimental, tu
sexualidad, tu situación económica, familiar y/o laboral, todos somos
distintos. Probablemente parezca un cliché exponer mi tratado en estos
términos, pero de verdad pienso que aceptar nuestras limitaciones, no tiene
nada que ver con resignarnos a seguir intentándolo. Si lo analizas
detenidamente, la limitación, no es otra cosa que el miedo al error. Es feo ser
juzgados por nuestros errores, pero sin duda es mucho peor nunca haberlo
intentado. En fin, a veces el ser diferente, nos impulsa con vehemencia hacia
todo lo que desconocemos, y es allí cuando encontramos lo que queríamos saber.
Tú sabes de lo que hablo. No hay pretextos, ni tampoco excusas. Quizás sea por
esa razón que estamos incómodos. Porque claro, nadie puede sentirse cómodo
habitando lo desconocido. Ahora que lo pienso, creo que por eso quiero escapar.
Lo digo en serio. Ya tuve suficiente oscuridad en mi vida. Y si bien mis ojos
van acostumbrándose a la penumbra, no dejó de soñar con tu luz. Suspiro y
pienso en aquel amor que sabe ser sincero, sin mezquinar caricias. Ese amor que
en su búsqueda ha entrado en un laberinto sin escape, indescifrable, áspero, y
abrumadoramente hostil. Es probable que a esta altura deba ser yo quien te
rescate del naufragio. Pero a decir verdad, temo salir lastimado. Y por más
próximos que estén tus brazos, si no consigo reunir el valor que necesito,
jamás podré alcanzarlos. ¿Entendes ahora porque pido valor?