Leo mis viejos diarios. No hay que esforzarse por entender nada. En aquel momento no importaba la idea, sólo quería inventar un espacio virtual donde poder gritar. Un espacio, al que pudiera acudir en cualquier momento, para decir aquello que quisiera decir. Sólo quería poder sentir y pensar con libertad. Entendí que para no caer en un discurso desquiciado, necesitaba de un lugar tranquilo para ordenar mis ideas. Por eso fue que me alejé de todo lo que me rodeaba. Necesitaba darle un orden a mis sentimientos, para no perder el control. Así fue que decidí atravesar los márgenes de la locura, llevando conmigo mi diario, para legitimar en él, lo que me estaba pasando. No podía hablar con nadie, pues si lo hubiera hecho, los hubiera lastimado. La locura de un hombre, necesita ser estudiada y analizada por uno mismo, de lo contrario ella lastimará del mismo modo en que lo hace la ignorancia. En cierta medida, cuando uno sale de los márgenes que le han impuesto, ingresa un lugar desconocido. Un lugar donde la locura y la ignorancia, pasan a ser los lados opuestos de una misma moneda. Mientras que la locura, se esfuerza por ordenar su mundo propio, la ignorancia abandona la tarea, buscando los medios para evadirse de la misma. En ese momento, era urgente para mí, ordenar mi mundo propio. Pero estaba solo en esa tarea, pues tenía miedo de que la gente me volviera civilizar. Claro, yo no quería la comodidad de lo conocido, si eso implicaba dejar de lado a mis inquietudes. Estaba hastiado de escuchar repetir una y otra vez, los mismos discursos. Ésos discursos que la sociedad quería enseñarme, estaban vacíos para mí. Yo sólo quería libertad para crear, libertad para decir, libertad para elegir, libertad para pensar, libertad para sentir. No quería ser criado como se crían las vacas, encerrado en un corral sin poder ir más allá. Para ser un hombre verdaderamente libre, debes estar dispuesto a ir más allá. Tus sentidos, te mostrarán el camino, y tu razón, trazará el mapa de tu recorrido. Cuando alcances un lugar virgen, ten paciencia y empieza a construir ladrillo por ladrillo, el mundo en el que quieres vivir. No te resultará fácil, pues para entender lo que sientes, primero deberás aprender a decodificar en tu propio idioma, aquello que dicta tu corazón. La gente que este cerca de ti, te observará, analizando tus movimientos. Y al ver que eres un hombre libre, y que piensas por ti mismo, se asustarán y te llamarán loco. La gente necesita darle forma a lo que no entiende, pero a veces pierden la fe y abandonan su búsqueda. Quizás deban pasar muchos años antes de que esas personas, entiendan la importancia de creer en ellos mismos. Recuerda esto. Cuando tu empieces a transitar el camino de la fe, ellos te mirarán soslayadamente, como se mira a un forastero que viene de otra parte. De aquel lugar prohibido, al que nadie se atreve a ir. A estos forasteros, siempre se les ofrece un trato especial. A veces se los trata con respeto, y otras veces con indiferencia. Escúchenme, yo reconozco como es la locura. Deseo comunicarle a los pueblerinos que no hay nada que temer. Ustedes son líderes de su razón, y pueden ir más allá de las fronteras, siempre y cuando, enfoquen su intelecto en descifrar el idioma de la compasión. Para poder perdonar a alguien, antes debes haber aprendido a perdonarte a ti mismo. No podrás ayudarte, sin piensas que eres diferente a los demás. Así como los otros cometen errores, tú también lo haces. Para poder avanzar, debes desdoblarte y ser franco con tu verdad. Solo así podrás curar el orgullo, que ha comenzado a hacerte daño. El único objetivo en esta vida, es aprender a amar. Ama el miedo de la gente, a querer despegarse de lo conocido. Tú puedes aprender a amarlo, pues ese mismo miedo que ellos tienen, lo estás experimentando tú ahora. Ellos no quieren salir de su corral, dado que allí pueden jugar y dormir cómo bebes. El mundo conocido nos hace sentir protegidos, pero simplemente no puede explicarnos lo que hay más allá. Por eso debemos partir, y explorar nuestra oscuridad. No tengas miedo, lo que tú ves, todos pueden verlo. Lo que tú piensas, todos pueden pensarlo, lo que tú sientes, todos pueden sentirlo. No te encierres en tu mundo conocido. No tengas miedo en mostrar a los demás lo que has visto, pues mal o bien, ellos sabrán escucharte.
Todos nosotros hemos tenido que atravesar situaciones difíciles. Para algunos los maltratos, han de haber provenido de su mundo exterior, y para otros, han de haberlo hecho desde el mundo interior. En tal caso, tú puedes guardar odio hacia los demás, o hacia ti mismo, por el mismo miedo que tienes, a tener que tratar con lo que no conoces. No dejes que el odio te destruya, a veces pedir perdón, nos devuelve la vida. Mucha gente se prohíbe sentir amor, a raíz del prejuicio que implica descubrir sus razones. ¿Pero cómo podría el amor, hacernos peor de lo que somos? Por eso es que muchos ahora, están confundidos, y hacen el mal, sin entender por qué, o para qué. Las personas que conocen y entienden, lo difícil que es aprender a transformar el dolor en alegría, están en condiciones de ayudar a quienes aún no pudieron hacerlo. Brindar apoyo a las personas doloridas, nos enseña a dar, y a recibir amor. ¿Cómo no compadecerse frente al dolor que implica crecer? No hay una edad que ponga límite a nuestro crecimiento. Siempre podemos crecer y aprender. ¿Cómo no perdonar a quien ha perdido la capacidad de amar? Tampoco hay una edad que ponga límite a nuestro amor. Siempre podemos sentirnos mejor. ¿Cómo no amar su confusión? ¿Cómo no amar su pena? Dios no vendrá hasta nosotros, somos nosotros los que debemos ir hasta Dios.