Todo lo que tu voz me hace sentir, ya no lo olvido. Como esa
locura que disuelve las heridas de mi pasado. Ya no sigas preguntándome por qué
sufro, sólo quiero que creas en mí, como yo creo en ti. Sé que soy débil como
un árbol que se retuerce en silencio. Pero mientras tú te quemas dentro de un
grito ensordecedor, yo me voy haciendo pequeño entre tus pisadas.
Déjame beber la dignidad que hay en tu sangre. Enséñame qué
tan torpe puede ser una idea, si has infectado con miedo tu corazón. Cuéntame
cómo puedas, como es que has llegado hasta aquí, y te prometo que sentirás mi
brazo cuando caigas de rodillas. Respira profundo y toma asiento, tus tonterías
son ahora mi descanso. Algo de lo que dices me recuerda que la felicidad no
sabe de rimas. Pero aun así, tú te empeñas en averiguarlo todo, y quieres saber
el porqué. Te han enseñado a mutilar las preguntas, con un idioma que te
aleja de la verdad. El verbo es sólo una semilla, que necesita tiempo para
crecer. No trases en tus palabras el objetivo de tu vida, sólo guárdalas en un
libro para que al fin descansen en paz.
Tu recuerdo ha llenado un breve espacio dentro de mí. Y me
ha hecho saber por qué a veces la madurez nos hace sufrir. Empezamos cosechando
malos hábitos con la idea de que mañana al fin tendremos algo propio. Y
olvidamos que de niños lo tuvimos todo. Me dices que necesitabas crecer para
ser útil a tú pueblo, y aquí estas ahora revolviendo el pasado. Estaría bien
amar al pasado respetando su ingenuidad. Pues él enigma se descifra en el
contenido y no en la forma. ¿Si fuimos felices siendo ingenuos, porque a veces
somos infelices siendo genios? ¿Quien no ha sentido alguna vez el deseo de
borrar su identidad? ¿Quien no se ha preguntado alguna vez porque pensamos en
palabras? Esta vez dejaré que el amor se haga inexplicable.
Donde hay algo para escuchar, hay algo para vivir. Donde hay
algo para vivir hay algo para sentir, donde hay algo para sentir hay algo para
escribir. Donde hay algo para escribir hay algo para quemar. El fuego no puede
quemar ni un sentimiento, ni una emoción, pero sí puede incendiar aquel objeto
que sangró en batalla. Aun así, ganada o perdida, la guerra continúa. La
palabra se burlará siempre del sentimiento. Pero mientras el amor exista, no
habrá verdad más bella que el error.
Ya no puedo sentir más lastima por una vida que se pierde.
Pienso que cuando acabe la guerra, el espíritu descansará en paz. Entregar una
vida al servicio del corazón, es merito suficiente como para olvidar nuestro
idioma. Es por eso que cuando el corazón siente satisfacción, el cerebro no
tiene más alternativa que guardar silencio. Imagino la muerte como una fusión
entre el corazón y la mente. Donde el fin del pensamiento desaparece,
transformándose en un tobogán directo hacia lo irracional. No juguemos a ver quién
logra atrapar la verdad, mejor juguemos a ver quién la libera.
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