Como en la oficina esta lleno de gente ruidosa, siempre que puedo, me
escapo hacia algún lugar donde pueda encontrar paz. Recién estuve comiendo una
tortilla de papa en el bar del teatro. Curiosamente por alguna razón, la
confundía con pastel de papa, y el cajero tuvo que corregir en repetidas
ocasiones, mi desacierto. Sin embargo, ya sea pastel o tortilla, lo cierto es
que estuvo delicioso. Comí muy lento, y disfruté cada bocado. Estaba tan rica,
que de a ratos, no dejaba de preguntarme como es que hacen para hacer la
comida tan sabrosa.
Mientras comía, me encontré rodeado de varias personas que cruzaban
palabras las unas con las otras, ignorando completamente su situación de
materialismo y sometimiento. Por eso tuve que ser fuerte, y saber refugiarme
una y otra vez, dentro de mi espíritu, para así poder pedir consejo a mi alma.
Una vez allí, volví a sentir que todo era perfecto, y que ya no tenía más nada
que temer. Eso me hizo desear con todo mi corazón, poder llegar a ser uno, con
mi estructura vital. Creo con firmeza, que sería eternamente feliz, si pudiera
vivir el resto de mi vida allí. Pues me lastima y me indigna, que la gente me
observe directamente a la cara, dado que entiendo que solo buscan invadir un
espacio que no les es propio. Todo el tiempo siento como si me estuvieran
reclamando, que les entregue parte de mi tríptico vital. Pero yo sé, que la
gente solamente cree en aquello que toca su corazón. Por eso buscan el consejo
y la palabra de un ser espiritual y sensible, sin darse cuenta que al hacerlo,
lastiman su silencio interior. Porque sin un tríptico vital que de contenido al
idioma, cualquier palabra o simbolismo, se pierde en el vacío.
He visto, y he concientizado a mi corazón, de una enfermedad epidémica,
muy común entre los seres vivos de este planeta, donde el cuerpo a perdido el
control de su espíritu, tornando a la persona, débil y asustadiza. Es por eso
que para contrarrestar esto, buscan la fortaleza, agrupándose junto con otros
seres, iguales a ellos. Otra sintomatología, es la de olvidarlo todo. Esto se
debe a que han dejado de escuchar los consejos de su alma, sometiéndose de este
modo, a obedecer caprichosamente, las
demandas de un tercero en discordia. La semiótica de un tríptico vital, que
padece sometimiento, desencadena en el hombre, un comportamiento invasivo, e hiperactivo,
donde la insatisfacción del deseo, es una sensación permanente, que solo busca
ser saneada con materialismo y lujuria. El deseo material, al igual que el
deseo físico, traen aparejadas sensaciones que solo resuelven el malestar
temporalmente, con lo cual una vez agotado ese tiempo, se hace necesario
adquirir nuevos bienes, conquistar nuevos cuerpos, y habilitar el consumo de
otros estupefacientes como ser alcohol, drogas, y tabaco, cuya función, es la
de evadir el problema, sin llegar nunca a resolverlo.
No puedo menos que limitarme a proteger yo mismo mi propio tríptico
vital. Pues la interacción con otras formas de vida que han de padecer
materialismo, enferman y destruyen la estructura de conocimientos que sintetiza
mi genoma humano. La irresponsabilidad, y la falta de seriedad, hacia los
sucesos y las advertencias que nos da la vida, traerá aparejada una
consecuencia, que a mediano o corto plazo, destruirá al cuerpo, para liberar al
espíritu y al alma, de su terrible padecimiento. Ahora yo, vivo en mi tríptico
vital, nada ni nadie ingresa, a menos que exista algún beneficio seguro, que
colabore con mis objetivos de libertad.
Es por eso, que durante todo el día, mi alma me ha comunicado la
imperiosa necesidad, de aprender a castigar al cuerpo con dolor, para ayudarle
a mantener presente, quien es la que lidera su vida. Esto es debido a que el
cuerpo, es tan estúpido y caprichoso, que siempre le está demandando al alma,
que cumpla con su búsqueda del placer. Para ello el cuerpo, cada vez que desea
placer, sabe como hacer para despertar en el alma, una sensación horrible de
malestar, que perturba y obstaculiza sus mensajes, obligándola a repetir una y
otra vez los mismos pensamientos, hasta tanto no se halla cumplido con sus
demandas. Frente a este maltrato, el alma no tiene más alternativa que ceder a
estos reclamos, con el único fin, de terminar con la invasividad que el cuerpo,
ejerce sobre su silencio. Dados los años de castigo y sometimiento que el alma
ha tenido con respecto al cuerpo, es hora de que este ultimo, pague por su primitivo
método de exigir, sin brindar nada a cambio. Es por eso que mi alma, le ha
comunicado a mi espíritu, que la única forma de quitarle poder al cuerpo, es
privándolo de sus deseos carnales. Podemos encontrar entonces, un ejemplo de
sabiduría olvidada, que muchas veces ha de pasar desapercibida, y que sin
embargo, sabe como someterse a todo tipo de castigo, sin llegar nunca a
protestar, o a violentarse, cada vez que la hieren, o abusan de ella. Me
refiero claro a la forma de vida vegetal. Siempre tuve un gran respeto por los
árboles, y dado este análisis, ahora comienzo a entender el por qué.
En orden de importancia, el alma es quien lidera al ser humano, luego le
sigue el espíritu, y finalmente en último lugar, aparece el cuerpo. Por esa
razón, es que se hace necesario que la estupidez del cuerpo, deje de cuestionar
a estas dos entidades que lo anteceden en todo, y que siempre estarán años luz,
por delante del mero placer carnal. En definitiva, la mejor forma de entender
lo que ha de suceder con el hombre, y porque no, con la vida, es considerando
la acción del cuerpo, como un entidad que se vale del flagelo, para obtener lo
que desea. Recuerda que todo rasgo de estupidez, nace de la violencia que
ejercemos sobre nuestro propio tríptico vital. Por esa razón si pretendemos
conservar la dignidad del espíritu, y la sabiduría del alma, el cuerpo debe ser
domesticado.
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