Emprender la búsqueda de una emoción, es como dejarse morir
en aquel tiempo que ha capturado tu memoria. Descubrir las pistas que da la
historia, es como ir observando los variados colores que recorren tu
conciencia. Es estéril la sospecha cuando sientes vergüenza de lo que fuiste.
Por esa razón, no podrás emprender el juego, a menos que transformes tus
dimensiones en una sabiduría. Resulta esencial sumergirse en ese aliento que
alguna vez sopló en tu imagen, pues él abría los caminos, como la noche arriba
las estrellas. Aun siendo delirio, todo brillo tiene su intensidad. Como
aquellos trazos que al disolver tu inocencia, revelaron el secreto de algún pasado. Por eso no puedes saciar tu ser, respondiendo sin hacer retrospectiva.
Sé que sentir lo invisible suena absurdo, pero por encima de todo final,
siempre existe algo nítido para observar. Es como ese cuerpo que sufre
inagotable, la idea del eterno regreso. Lee mis palabras y entiende el consejo,
pues nada te asustará más que tu propia luz. Aquella misma que proyecta sombras
sobre este símbolo impenetrable que sostiene tu estructura. Puedes socavar hondo
en tu interior con el fin de renombrar su origen, pero si traspasas las
barreras de la edad, verás trazar un surco sobre aquel orgullo que para
entonces, habrá garantizado tu experiencia.
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