Comienzo a darme cuenta, porque me cuesta tanto estar en
grupo. Acabo de salir de mi trabajo, y voy camino a casa con la cabeza mirando
el piso. Algo anda mal, pienso. Hasta hace poco estaba de lo mejor, y ahora
otra vez, me siento pésimo. Llego a mi departamento, y lo primero que hago, es
saludar a mi gata, quizás el único ser en este universo que no me hace daño.
Más tarde dejó la mochila, y agarro mi diario. Estoy seguro que este es uno de
los pocos objetos que desde mi niñez hasta aquí, sigue siendo tan importante
como en ese entonces. Agotado de mí mismo, comienzo a escribir esperando poder
resolver este dilema que pone en crisis toda mi vida. Creo haber encontrado la
explicación de esta fobia social. Sin ir más lejos no quiero apresurarme en la
respuesta, pues estoy convencido de que cuando la verdad tiene un marco sólido
donde apoyarse, trasciende toda memoria. Sabes Juan, hace mucho tiempo ya, que
no suceden estas cosas, y si bien no estoy muy seguro de cuál es mi objetivo,
creo en parte que no todo es incertidumbre. Lo quieras o no, te has convertido
en mi gran hermano. No sé qué sería de mí, si no te tuviera cerca mío para
confesarte lo que siento. Quizás parezca ridículo hablarse a sí mismo, y tal
vez muchos puedan pensar que somos narcisista al hacerlo. Pero lo cierto es que
si no fuera por estos diarios, muchas de todas las cosas que nos pasan,
carecerían de sentido. Quizá nuevamente estés ansioso de escuchar lo que tengo
para decirte, y es probable que yo también lo esté. Pero todo a su tiempo. Este
diario ha sabido contemplar mi vida de una forma única. Nada de todo lo que
hasta hoy poseo, ha podido reemplazar su frescura y sinceridad. Observó mi
computadora, y aunque si bien hay mucho de mí dentro de ella, lo cierto es que
nada de todo eso, se compara con la pureza de estar escribiendo cara a cara con
el papel. A veces creo que el amor de un hombre, está en saber defender
aquellas cosas que sacadas de contexto, no tiene ningún valor. Piensa en mí,
observa tu diario, imagíname del otro lado, y comparte conmigo todo lo difícil
que resulta estar vivo. Hoy me tocó sufrir como pocas veces antes lo había
hecho. Descubrí entonces que dentro mío algo estaba muriendo, o quizás
transformándose en otra cosa. Estoy empezando a entender que me lastima en
demasía, no poder estar a la altura de las expectativas que la gente tiene
sobre mí. Me duele mucho observar su frustración, pero más me perturba que vos
mismo te decepciones de estas palabras.
En este sentido me pregunto cuán fuerte puede ser la voluntad de la gente,
que sólo en cuestión de minutos, tiene la capacidad de alterar instantáneamente
el humor de otra persona. ¿No te resulta ilógico descubrir que no puedes
modificar tu propio humor, mientras que el resto de la gente, si puede hacerlo
contigo?
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