Si bien no me siento con las energías suficientes para
hablar de esto, intentaré disfrutarlo. Bien. Para mí este pensamiento que aquí
trasmito, no me corresponde, porque creo que es una energía en común con las
cosas, las que dictan estas palabras. Estoy seguro que más allá de todo
término, existe antes que nada un sentimiento que golpea en el pecho y lo hace
existir. Simplemente el idioma es sólo una reflexión de algo más grande, que
llega a nosotros de manera inalámbrica, a través del aire. Estoy convencido de
que algo más que yo mismo, está escuchando y absorbiendo esta energía, pues así
del mismo modo yo también recibo y transformó estas palabras que en sí mismas,
no significan nada. Intencionalmente, comprendí o me encontré, con la curiosa
necesidad de sentir aquello que estaba pensando. Así fue como entonces aprendí
a leer el viento. Finalmente ya no tengo dudas de que la vibración está
intrínsecamente relacionada con el idioma. Una cosa no debe existir sin la
otra. Es necesario aprender a vibrar, pues es el primer relato que logra
destruir todos los condicionantes que obstruyen la verdadera importancia de un
sonido. Un sonido no sólo es un significado, sino que además es una sensación.
Por eso es que tanto el pensamiento como el sentimiento, deben aprender a
usarse en armonía con la respiración. Cuando esto sucede, el alma nos devuelve
paz. De esta forma, tú verás que ya no necesitas correr tras ninguna clase de
objetivos, pues sólo con leer lo que el aire escribe, vives tu presente con
absoluta satisfacción. Déjame contarte además, que habiéndome alejado de todo
lo material, mi ánimo se encuentra más sereno y tranquilo que antes. Pasé
muchos meses sin comprender de qué se trataba la vibración. Y hoy, luego de
haber estado sufriendo mucho, comprendí que un hombre no puede estar
absolutamente equilibrado, si antes no sabe comprender cómo filtrar este penoso
idioma que hablamos nosotros los argentinos. Es en todo muy simple descubrir que
no hay verdad en las palabras, sino que únicamente su significado se traduce en
un estímulo. Como dije antes, mi boca se mantiene cerrada, más aún mi pecho,
vibra suavemente como si se alimentara no sólo del pensamiento, sino además de
este aire que respiro delicadamente. Cada inhalación me permite pronunciar
aquello que voy recibiendo, de forma tal que al exhalar el aire por mi nariz,
también estoy impulsando todo el dilema de mi subjetividad. Para mí francamente
nada de todo lo que estoy haciendo, tiene otra pretensión más que la de
enseñarte a vos, que ya no hay más nada de qué preocuparse. Pues mientras
entiendas que tanto lo que transmitimos como lo que recibimos, no tiene
relación con lo que pensamos ser, aprenderemos que en la respiración se establece
la única verdad de lo que necesitamos saber.
Dime Juan, ¿qué es lo que está pasando? ¿Por qué la paz y la
tranquilidad tienen un costo tan alto? Dime Juan, porque yo ya no lo entiendo.
¿Qué ha pasado con todo aquello que creía saber? Tengo la impresión de que no
soy digno del silencio, porque francamente mis pensamientos no se detienen.
Quizás ahora has aprendido a detener el tiempo, pero lo que aún no controlas
son tus emociones. Dime Juan, ¿te crees digno de la vibración? ¿Realmente
piensas que te está ayudando? ¿O acaso crees que te está destruyendo de a poco?
Sé que sientes náuseas de todo lo que la gente habla. Sé también que te
perturba reconocer lo triste que es estar existiendo. Yo lo sé, porque puedo
verlo en tus ojos. De pronto ya no le encuentras sentido a las cosas, y tanto
te da lo mismo estar aquí, o en otra parte. Dime entonces ¿no sería mejor dejar
todo esto atrás y volver a ser lo que fuiste? ¿No sabes a dónde quieres llegar
con todo esto verdad?, ¿entonces porque aun insistes en continuar? Te has dado
cuenta que existe un goce secreto en oponerse a todo lo estipulado por el
hombre moderno, ¿no? Te vuelves testarudo con la tecnología y comienzas
entender que más que un placer, es un trabajo. Yo sé cómo te sientes. Estoy
presente en cada uno de tus diálogos, y sé que en tu interior, nada de todo lo
que escuchas tiene lógica para ti. Tú te dices a ti mismo, porque no mejor
aprender a leer el aire, en lugar de refugiar mi cerebro en esas pequeñas
jaulas que sólo intentan encerrar la sabiduría. Bien sabes tú, que es el aire
el que nos cuenta sus historias, y no a la inversa. Yo sé que tú comprendes que
el alma de todos los que fallecieron, reposa inofensivamente en este viento que
se escurre entre tus narices. ¿Que no ves que ellos están aquí? Le dices
inútilmente a quien te escucha. Que no puedas verlos no significa que no estén
entre nosotros. Más sus intenciones son puras, pues únicamente protegen la
verdad. Dime Juan, ¿tú piensas que estos sentimientos son puros? Sé que tu
intención es la de ayudar, ¿pero cómo puedes enseñar algo que ni siquiera tú
comprendes? Te sientas a no hacer nada, y te llenas de orgullo por estar
aniquilando tus inquietudes. Dime Juan, ¿esto no contesta tus preguntas? ¿Qué
quieres de mí? Tú dirás lo que quiero. No temas, no voy a hacerte ningún daño,
sólo sufrirás en su justa medida. Mi prosa es ahora tu voz, pero dime. ¿No es
eso lo que querías? Sé que el idioma que hablan tus hermanos carece de sentido
para ti. Por eso mejor buscas seguir intentando desglosar la sílaba que
pronuncian tus labios. Trágate la voz y mejor mastícala bien antes de escupirla
en la cara del otro. Sé bueno, y no te angusties, esto simplemente es un juego,
uno más de otros tantos que ya has jugado. No seas desagradecido conmigo. Yo
sólo quiero ser tu amigo. Si desconfías de mí, entonces dime Juan ¿en quién
creerás? ¿En tus padres? ¿En tus hermanos? ¿En tus amigos? ¿En tu mascota?
Quizás termines como uno de esos locos que le hablan a las plantas. ¿Tú piensas
que ellos no tienen sus razones? ¡Claro que las tienen! Yo se las he dado. Tú
me pediste algo verdadero para creer ¿no? Pues bien aquí lo tienes. No te
preocupes, yo no espero las gracias, nadie me las ha dado nunca. Y en mi
palabra sólo saben escribir sus feos nombres, porque lo único que quieren es
reconocimiento. Si, tú también lo has hecho. Usas mis verdades como si fueran
tuyas. No mereces esto… no mereces respirar mí aire. Ni uno digno, ninguno que
se conforme, millones de años contando la historia, y ni uno solo.
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