Tuve razón en una, tuve razón en dos, tuve razón en tres, y
a la cuarta dije seguramente debo tener razón, pero me equivoqué. Hoy me siento
muy bien. Aunque sigo teniendo necesidad de amar, la soledad me permite
sostener esta promesa que alguna vez hicimos. Hasta aquí, puedo decir tarea
cumplida. Sin embargo cada nuevo día que me levanto, mi existencia vuelve a
ponerme a prueba. Creo entender que gracias a la tecnología, vamos encontrando
nuevas formas de investigar acerca de lo que somos. En ese camino, tomar el
control del subconsciente, parece ser un desafío más que interesante. Pero si
bien reconozco mis intenciones, comprendo que nada de todo esto sucederá, a
menos que pueda cumplir con los requisitos solicitados. Aún hoy, sigo
persiguiendo mis ideas. Intento buscar entre todas ellas, algunas señales que
iluminen mis defectos. Por eso aquí estoy cómodamente recostado, esperando la
llegada de un nuevo sueño. Tengo la expectativa de vivir en él, pues al menos
por un tiempo quisiera mudarme a otra dimensión. Aunque parezca pretencioso, no
creo estar exigiendo demasiado. Pues gracias a sucesivas experiencias, he
comprobado que el mundo onírico, es un terreno fértil, plagado de fructíferas e
inagotables sensaciones. Sé que allí los eventos se fragmentan en pequeños
instantes inconexos, que se organizan a través de los sentidos. Según lo
previsto, la conciencia y los sueños, trabajan en un formato absolutamente
compatible con la realidad material. Así que no pienso renunciar al derecho de
habitar en mis sueños. Entiendo que soñar es una experiencia que muchas veces
supera al mero acto de tocar la materia. Allí he tenido romances profundos y
excitantes, angustias terribles y dolorosas, y encuentros con seres queridos,
que me han estremecido hasta las lágrimas. En pocas palabras, mi experiencia
con los sueños, siempre me ha exhortado a seguir combatiendo contra el peor
enemigo de la humanidad. El odio. Quien ha dicho que los sueños son sólo un
residuo de lo que aquí vivimos, no ha de haber comprendido la importancia de
alternar nuestra visión del mundo, con una realidad absolutamente equidistante
y libre de censuras. El sueño es una dimensión real, que valiéndose de su
propia lógica, nos enseña a contemplar lo invisible. Más allá de todo lo dicho,
no quiero alentarte a vivir en la cama, pero si aprendes a interpretar las
huellas en el camino, quizás puedas descubrir algo de ti, que antes no podías
ver.
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