Naturalmente el ser humano, es un individuo perezoso. Sin
embargo la pereza llevada a un extremo de tolerancia, no es fácil de soportar.
Si alguna vez te sentaste en una silla con la idea de guardar silencio, te
habrás dado cuenta de que pasadas unas horas, comienzas a inquietarte. Mueves
tus dedos, masticas tus uñas, y finalmente cuando ya no tienes más nada por
hacer, enciendes el televisor, o sales de tu casa para encontrar consuelo en
los demás. No quiero volver a hablar de la meditación, pues ya he hablado mucho
de eso. Únicamente diré que la sociedad moderna, está desarrollando una cultura
de la velocidad, que poco a poco, va estructurando nuestra forma de entender la
vida.
En lo personal han pasado ya algunos días desde que
comenzaron mis vacaciones, y sin embargo parece como si hubiera pasado una
eternidad. Seguramente la inercia de haber estado activo, es lo que no me deja
disfrutar el descanso. Hacen sólo dos días, me compré una bicicleta con la
intención de hacer un poco de ejercicio. Tengo la idea de usarla para ir a
trabajar, pero dada mi flojera, ya veremos lo que pasa. Ya sin dar más vueltas,
voy a contarte que a esta altura se ha hecho evidente mi desidia para con el
dibujo. Y siendo este sentimiento un suceso reiterado, he decidido analizar las
razones que motivan este comportamiento. La verdad es que oponerme a mi pereza,
me resulta un poco violento y antinatural. Por eso me parece lógico intentar
diferenciar contra que debo luchar, y contra que no. Mientras siga abierta la
posibilidad de pensar lo que siento, sabré que siempre tendré la chance de
resolver mis problemas. Dada esta realidad, entiendo que la soledad es lo más
apropiado para mí. No solo por lo grato de su silencio, sino también por todas
las oportunidades que ella me ofrece. Viniendo yo del más terrible caos, sería
un desagradecido sino disfrutara de todos estos lujos que hoy me brinda su
compañía. Es por esa razón que solo trabajo por necesidad y nunca por
obligación. Sin embargo aún hoy, no dejo de cuestionar mi escasa producción.
Dado que en la vida de cualquier artista, si bajas tu rendimiento, pierdes la
atención y el interés de tus seguidores. Por eso más allá de mi condición de
solitario, tengo la chance de trabajar sólo cuando mi necesidad así lo demande.
De hecho, creo que por eso estoy escribiendo ahora.
Ayer terminé de leer el libro negro, uno de los tantos
diarios que escribí en mi vida. En algunos pasajes, queda en evidencia la
disconformidad que sentía, frente a los reiterados hechos de pereza que
azotaban mi voluntad. La cuestión es que desde aquel entonces hasta hoy, han
pasado al menos 3 años, y tomando en cuenta que nada de todo esto se ha
resuelto, he decidido simplificar el problema. Tú te preguntaras de qué modo.
Pues bien, aceptando los hechos. Mi propuesta es combatir la pereza con
aceptación, pues entiendo que antes que cualquier anhelo de gloria, primero
está la experiencia. Ella siempre nos está enseñando algo que antes no
sabíamos. Por eso es de vital importancia ser muy cuidadoso con las emociones,
dado que la respuesta, dependerá de nuestra capacidad de interpretación.
Es lógico para mí que la realidad de hoy, me plantea un
nuevo desafío. Quizás algo desmesurado para mi corta edad, pero sin lugar a
dudas un desafío esencial en la búsqueda de todo saber. Quiero señalar además,
que solo se equivoca aquel que lo intenta. Y si entonces crees que la
aceptación, es otra forma de obediencia o sumisión, deberías tener en cuenta
que aceptar un hecho, no implica rendirse frente a él. Contrariamente a eso,
aceptar un hecho, nos deja ver más allá de su apariencia circunstancial. Pues
solo viviendo un suceso hasta el hartazgo, podremos desglosar la verdad que
oculta.
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