Cada vez que vuelvo a tomar la medicación, siento que mi
cerebro se aletarga, y nada de lo que sucede a mí alrededor puede ayudarme a
encontrar la paz. Ni siquiera el cariño y la comprensión de Pilar, pueden
quitarme de esta pesadilla. Ayer por la noche pedimos sushi. Yo me senté junto
a ella, prendí el televisor, y puse Bolt el perro valiente. Disfruté mucho de
la cena, y me pareció sentir por un breve instante, que todo encajaba a la
perfección. Más tarde nos dimos unos besos, y luego nos acostamos a dormir.
Ella cerró sus ojos y se durmió de un instante al otro. Luego yo me quedé
mirándola, y noté que sus pensamientos descansaban al mismo tiempo que su
cuerpo. La observé brevemente, y me di cuenta que muy pronto la perdería para
siempre. Entonces lloré por dentro, y volví a maldecir por mi enfermedad. Al
día siguiente, ella se levantó a las nueve de la mañana y yo seguí durmiendo
hasta la una de la tarde. Por más que ella vino en repetidas ocasiones a
despertarme, no pudo hacer nada al respecto. Pues es que con la medicación sino
duermo doce horas, luego estoy todo el día cansado y sin energías. Cuando logré
despertarme, no pude decir palabra alguna. Sólo preparé un mate, tomé de la
alacena un paquete de alfajorcitos, y desayunamos mirando Harry Potter y el
prisionero de azkaban. Más tarde, ella comenzó a notarme raro, y me preguntó a
que se debía tanto silencio. En ese momento me sentí vacío, pues otra vez
estaba frente a una de esas situaciones que no tienen respuesta. Pensé que ya
lo sabías, dije. Te advertí que cuando estoy medicado, me vuelvo insensible
ante cualquier estímulo. Entonces ella contestó, no quiero ya seguir
escuchándote hablar de eso. Deja de comparecerte. Así comenzó el día. Más
tarde, mientras viajábamos en colectivo, el silencio nos separaba entre muros.
Ya sé que te incomoda mi indiferencia, pero no puedo evitarla, le decía. La
realidad, es que cuando estoy contigo, siento como si no fuera suficiente. Te
escucho hablar, pero hay algo en mi cabeza que deforma tus palabras. No quiero
hacerte daño. Yo sabré entenderte si es que decides dejarme. En ese momento
ella giro su cabeza a un lado, y yo pude ver que algo en sus ojos brillaba. No
emitió palabra alguna, solo tomó mi mano y la apretó con suavidad. Yo bajé un
poco mi voz, y a modo de susurro dije. Particularmente hay una cuestión que me
enloquece y me llena de bronca. Se trata de que naturalmente sin medicaciones,
yo no soy una persona apática. De hecho me encanta reír, hacer bromas, y
dialogar con la gente. Pero la realidad es que de nuevo estoy bajo los efectos
de la droga, y me siento débil, triste, cansado, silencioso, y aburrido. Sin
mayores afectos, nos despedimos tibiamente. Yo bajé en plaza Italia, y caminé
hacia mi trabajo llevado por la voluntad del viento, dado que la mía, estaba
destruida. Entré a la oficina, y lo primero que hice fue sentarme pesadamente
sobre el sillón. Me recliné sobre el respaldo, y mirando al techo, tuve el
presentimiento de que todo volvería a empezar, solo que esta vez, más difícil
que antes. Ahora pienso en Pilar. Aunque sólo hace media hora desde la última
vez que la vi, pienso en ella, porque es la única mujer que me ha demostrado
amor, aun sabiendo la clase de bestia que soy. Mientras van llegando mis
compañeros, no puedo ocultar mi indiferencia. Me siento como un visitante
inoportuno, o peor aún, como un turista que no encaja en sus costumbres. Pero
no quiero justificar mi cobardía, aunque me haya vuelto intolerante, también
hubo momentos de mi vida, donde le sacaba conversación hasta los gatos. Más allá
de todo, mi futuro con Pilar se ve borroso. No es que no quiera construir algo
con ella, es solo que un hombre sin risas ni alegrías, no puede ofrecer ni dar
amor. Contrariamente a eso, sólo puede compadecerse. Yo vivo compadeciéndome,
porque me ha tocado en suerte una desgracia que no tiene parangón. Es cierto
que puedo escribir y pensar sobre esto. Puedo hacerlo porque vivo a través del
dolor. Lo siento dentro de mí. En mi carne y en mis huesos. Pero han
transcurrido ya 10 años desde que todo esto comenzó, y por más que intento, no
puedo dejar mi soledad. Yo pensaba que estando en pareja, iba a poder terminar
con mi desconformidad, pero no siento que esté funcionando. Ahora mi pregunta
es. ¿Cómo encontraré la felicidad cuando todo lo que me rodea, carece de
sentido? Es cierto que la medicación me mantiene alejado de la clínica, pero
también me acerca más a mi soledad. Aquí es donde me encuentro a salvo de los
juicios que hace la gente. Pero no voy a negarte que es un lugar frío y
deshabitado. Un lugar donde únicamente puedo dialogar con está conciencia, que
bien sabe cómo ayudarme a existir dignamente. Si entonces yo me quedara a vivir
de este lado, sabría que el único y verdadero amigo que me ha acompañado todo
este tiempo, has sido tú. Sin embargo aun teniéndote conmigo, me voy
encontrando cada vez más triste, porque a veces no alcanza únicamente con el
dialogo. También necesitamos tocar lo que amamos. Yo, como cualquier otro ser
humano, necesito de la felicidad. No me basta con analizar mi situación y entenderla.
También quisiera poder abrazarla. Estos últimos días, mi conciencia se ha
transformado en un verdadero caos. A veces me habla con coherencia, y otras
veces no. En su indagatoria me pregunta cosas que no puedo responder. Y aunque
lo intente una y otra vez, solo consigo empeorar las cosas. Más allá de mi
impotencia, yo entiendo que no soy un ser humano como cualquiera. Mi naturaleza
está dividida en dos costados, que se sienten a gusto relacionándose entre sí.
Me lastima saber que los conceptos de normalidad, no encajan con mi lógica.
Ahora yo me pregunto ¿Cómo haré entonces para compartir mi vida con otra
persona que no seas vos? Enteramente soy un órgano sensible, y siendo eso una
realidad, me pregunto. ¿Por qué si no puedo ser feliz, tengo que ser
desterrado? Digo, podría al menos ser aceptado ¿no? Mientras mis compañeros
ignoran la oscuridad de mis pensamientos, voy caminando en silencio hasta
llegar a la ventana. Entonces miro el parque, veo a la gente que hay al
rededor, y entiendo que no soy el único que sufre. ¿Qué maldad le hemos hecho
al mundo, como para haber sido castigados de esta forma? Yo sé que el amor se
sostiene con amor. Pero la pregunta aquí es, ¿cómo voy a sostener el mío si no
puedo ofrecer nada a cambio? No hay nada que nos vuelva infelices, la
infelicidad simplemente nace de no saber cómo encontrar eso que nos da vida y
nos hace reír. Pero aún en mi peor desgracia, hay algo que me impide levantar
el teléfono y buscar consuelo en los demás. Tal vez sea el orgullo de creer que
yo puedo resolver esto solo. O quizás sea la dignidad lo que me empuja a
intentarlo. La verdad es que no lo sé. Sólo puedo reconocer que no todo lo que
está pasándome, se debe únicamente a mi enfermedad.
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