Importante :

En algunos textos he ofendido a otras personas injustamente, por eso pido disculpas por mi comportamiento inapropiado. Aun así, estos textos forman parte de lo que soy, y es por eso que no puedo borrarlos. Solo me queda aprender de mis errores, disculparme otra vez, y a seguir adelante.

jueves, 18 de septiembre de 2014

El Complot

Me detengo a pensar en un sueño que tuve la noche anterior. En realidad no sabría si llamarlo sueño o pesadilla. En fin, el asunto es más o menos así. Érase una tarde soleada. Estaba yo paseando por una feria de ropa. Miraba algunos buzos y remeras como si en mi bolsillo tuviera dinero alguno para costearlas. Después de revisar toda la galería, me di cuenta que la ropa era fea y de mala calidad. Así que decidí irme. Justo antes de salir, me topé con una comiquería. Entre tímidamente a la tienda, y me puse a buscar entre el montón, alguna historieta que me llamara la atención. Finalmente en uno de los estantes más altos, encontré un libro que enseñaba a dibujar súper héroes. Sin preguntarle a nadie, me trepé como pude, y en un breve esfuerzo, pude bajarlo. Lo apoyé sobre el mostrador de la galería, y comencé a ojearlo despreocupadamente. Mientras lo miraba, un niño rubio que estaba junto a mi lado, contempló mi libro, y dijo entre dientes. "Solo espero que no sea mejor que el mío". Yo me hice el sonso y sin comprender palabra alguna, lo ignoré tibiamente. En ese momento un muchacho de rulos que atendía el negocio, se acercó a mí y me dijo amistosamente que no se podían abrir los comics. Yo lo cerré y se lo devolví pidiéndole disculpas. Pero justo cuando el asunto parecía estar resuelto, apareció un segundo vendedor. En este caso su actitud era diferente. Me increpó de mala manera, alegando que yo era un ladrón. Yo sentí que estaba siendo acusado injustamente, y me esforcé en explicarle que yo no tenía ninguna intención de robar nada. Mientras exponía mis razones, un hombre con campera de jean, se puso misteriosamente justo detrás de mí. Yo no le di demasiada importancia y seguí con lo mío. A pesar de lo mucho que me esforzaba en demostrar mi inocencia, este vendedor insistía en que yo era un ladrón. Fue así que me obligo a vaciar mis bolsillos como prueba de que no había robado nada. La acusación me pareció excesiva, pero aun sabiendo que era injusta, accedí sin protestar. Metí mi mano en el bolsillo izquierdo, y nada. Metí la otra en el bolsillo derecho, y entonces sentí dos objetos. El primero era un cable, aparentemente de un auricular o algo así. Me quedé tranquilo sabiendo que un cable de ese tamaño, no puede ser motivo de robo para un ladrón de verdad. Digo, ¿quién pudiera exponer su libertad, por un cable auricular? Volví a meter la mano, y el segundo objeto que encontré fue un pen drive de oro. Lo miré a tras luz, y lo sostuve un tiempo en la mano. ¡Realmente era de oro! Espantado por la situación, dejé caer ambos objetos arriba del mostrador. ¡Mis cosas! Gritó el vendedor que me acusaba de ladrón. En ese momento comprendí que esos objetos habían sido puestos en mi bolsillo intencionalmente. Recordé al hombre con campera de jean, que se aproximó sospechosamente a mí, y supe que había sido víctima de un engaño. ¿Pero cómo explicarle a este señor que todo esto era un mal entendido? Comencé a sentir el rencor de la gente que se acercaba hasta mí, murmurando cosas irreproducibles. Estaba asustado. Aun sabiendo que era inocente, no tenía forma de demostrarlo. Era cuestión de minutos para que algún guardia de la feria me llevará detenido. Así que rápidamente comencé a buscar a mí alrededor, alguien que pudiera ayudarme. Giré a un lado, y nada. Giré al otro, y nada. Quise hablar con el niño rubio, pero su expresión no me pareció muy amistosa. ¿Qué hacer? En ese momento recordé aquella mirada compasiva que parecía conocer la verdad del asunto. ¡Pero claro! Dije. El muchacho de rulos. Traté de pedirle ayuda, pero ni bien lo miré, el agachó la cabeza con indiferencia. Le dirigí unas palabras, pero mientras más lo intentaba, más me evitaba. Nadie parecía creer en mí, y aunque no pude verme, estaba seguro de que mi apariencia no me favorecía. De pronto comencé a entender que todo este asunto del robo, bien podría ser un complot contra mí. Me culparon de ladrón aún antes de haber visto lo que había en mis bolsillos. Comienzo a pensar, que la gente de aquí no me quiere en su territorio. ¿De otro modo cómo es posible que nadie me defienda? ¿Será porque no pertenezco a su mundo? ¿Será porque provengo de una dimensión material diferente a la suya? No es la primera vez que soy acusado injustamente. ¡Porque! De pronto como el tic tac de un reloj que sentencia la hora del juicio final, comencé a sentir a mis espaldas, las pisadas de un agente de seguridad. Yo, sabiéndome derrotado, decidí entregarme al hecho. Dicen que la mejor forma de evitar el dolor, es aceptando el castigo. Así que me acosté sobre el piso, cerré mis ojos y respiré profundamente. Entonces, un violento escalofrío recorrió mi cuerpo, y como si me despertara de un coma profundo, me levanté de la cama bañado en transpiración. Estaba a salvo. Me puse las sandalias, me abrigué con un saco, y caminé lentamente hasta la cocina. Me senté junto a la hornalla, y cuando estuve más tranquilo, pude entender que en los sueños existe un mundo, sobre el cual sabemos muy poco.

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