Desde aquella torre, alcancé a leer una pequeña fracción de
tus temores ciegos. Esos mismos que solo pueden vivir bajo el fondo oscuro que
yace en tus pesadillas. No los encubras, ni los guardes, pues los turistas
saben cómo sospechar sin ser vistos. Recuerda que si tus bengalas no eliminan
nuestro enlace a tiempo, seremos presa fácil, dado que siempre existirá en el
diluvio, una distancia lógica entre la verdad, y lo que la gente insinúa.
Quisiera encontrarte alguna vez, en la cúspide de los suspiros, ya que nada de
lo que me conforma, ha podido endurecer tu gracia. Tal vez esté siendo
indolente en mis notas, pero no podrás emerger de tus caprichos, a no ser que
aprendas a fraccionar los elementos.
La cuestión al final, será rogar por quienes han padecido la
perplejidad y el desconsuelo. Deberás saber que cruzar el punto acordado, no
traerá de regreso a los caídos. Por eso búscalos tras las púas. Pregúntate
quiénes son ellos para resistir con fiereza lo que clama ser delirio. Demanda a
los profetas que no han querido asumir tu partida, y consagra a los infantes
que en su redada, jamás han llegado a deshonrar nuestra promesa. Puedes
intentar soliviantar mi fallo. Te reto al juego. Más todos saben que olvidar mi
enfermedad, sería como pedirle a un niño, que apreté los dientes frente al
destino.
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