Importante :

En algunos textos he ofendido a otras personas injustamente, por eso pido disculpas por mi comportamiento inapropiado. Aun así, estos textos forman parte de lo que soy, y es por eso que no puedo borrarlos. Solo me queda aprender de mis errores, disculparme otra vez, y a seguir adelante.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Adicciones

¿Si sacrificamos a los animales para poder comer, por qué está mal visto que el hombre se sacrifique a sí mismo para qué otros puedan comer de él? Tú te preguntarás ¿pero quién pudiera alimentarse de un hombre? Pues no sé si pueda responder esa pregunta con exactitud, lo que sí puedo asegurar es que el hombre transmite nutrientes, no sólo de sus pensamientos, sino además de su estado emocional. No toda comida es materia sólida. El hombre también genera un alimento que es en todo necesario para la vida en la tierra. Ese alimento del que hablo existe en abundancia, y son los mismos sentimientos que se forman al estrechar lazos, tanto entre los suyos, como entre otras especies. Como alguna vez dije, no sólo somos seres receptivos, sino que además somos transmisivos también. En este sentido yo creo firmemente, que el dolor ayuda a fomentar la sensibilidad, tanto como puede hacerlo la alegría. Para ilustrarlo de forma más clara, imagina lo que ocurre cuando te lastimas. Primeramente sientes dolor, y sales de tu estado de comodidad. Luego pasas un tiempo en cuarentena, y finalmente cuando te curas, ingresas nuevamente a tu normalidad. Ese cambio de una instancia a la otra, produce una sensación de placer por contraste. Antes estábamos mal y ahora estamos bien. Esto restaura por completo nuestras energías, pues en temas como la salud, solo comenzamos a valorar después de haber perdido. Así es como aprendemos a resistir cualquier enfermedad, pues sabemos que en la mayoría de los casos, el tiempo nos devolverá tarde o temprano la salud que hasta entonces tuvimos. En el caso de quienes buscan generar placer es distinto, pues al acabarse el goce, caen bruscamente hacia su normalidad. Lo cual implica una depresión anímica, que muchas veces se vuelve tan intolerable, que el sujeto acaba por reincidir en el hecho. He aquí el porqué de las adicciones. Cualquiera que alguna vez haya tenido una experiencia gratificante, sabe muy bien todo lo difícil que resulta prescindir de ella. Por eso sin extenderme demasiado en el análisis, diré que esta breve reflexión solo intenta ejemplificar, estos dos patrones de comportamiento que gobiernan la voluntad del hombre. De ninguna forma me propongo juzgar si alguna de las dos posturas es la correcta. Sólo señalaré mi ejemplo, como un probable practicante del dolor. En el caso de quienes sufrimos, bien vale la pena aclarar que cualquier malestar que pudiéramos tener al respecto, bajo ninguna condición se relaciona con un flagelo voluntario, o represivo. El dolor independientemente de si lo estemos buscando o no, tarde o temprano llega. Y es por esa razón que agonizar es propio de cualquier forma de vida que se digne a sobrevivir en este mundo. En otras palabras, negar la agonía, es negar la vida. Por esa razón, todo dolor y sufrimiento que padecemos naturalmente, se transforma en placer al momento de sanar y curar nuestras heridas. Así que todos aquellos que se precien en adorar el bienestar, también deben tener en cuenta que el sufrimiento y la agonía forman parte de un mismo proceso.

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